Quien filosofa da un paso más allá del mundo de trabajo de día ordinario. Josef Pieper Cuando el rendimiento se juzga virtuoso, los partidarios del ocio son calificados de indeseables. Es probable que sea el caso de nuestra época, un lapso mezquino para la reivindicación del placer. Ocurre que el mérito se reconocería sólo en quienes, desde las primeras luces del día hasta cuando cae la noche, no dejan de laborar. Han consumado el curioso prodigio de gozar del trabajo, poniendo a esta clase de menesteres en su altar personal. Naturalmente, desde la cumbre donde, según ellos, los coloca su aplicación, censuran las debilidades y los vicios del prójimo. Es indistinto que, desde Aristóteles hasta Onfray, haya una larga tradición de pensadores reacios a la veneración del esfuerzo profesional, sin importar su laya; para ellos, seres industriosos, las reflexiones son contraproducentes, por tanto, detestables. Una postura tan clara cuanto rebatible. El rechazo a ese im...
Olviden la ordinariez que infesta nuestra sociedad, los deberes preceptuados por las agendas laborales y el diplomático recurso de no insultar al prójimo... Caerse del tiempo demanda una extravagancia posmoderna: vivir, aunque sea un instante, con total libertad.