Un mundo en el que no cupieran el dolor y el sufrimiento también sería un mundo en el que no cabría la elección moral, y por tanto no habría posibilidad de crecimiento y desarrollo moral. John Hick En 1949, un grupo de hombres camina por una zona fría, del todo adversa. Contra su voluntad, realizan excavaciones en un río que, desde luego, no invita a ningún chapuzón. En ese cometido, se topan con un gran bloque de hielo. Si bien el tamaño era llamativo, les sorprendió más su contenido. Encapsuladas, había criaturas nada comunes, seguramente parientes milenarios de nuestros peces. Sin duda, para cualquier ictiólogo, el hallazgo hubiera originado grandes festejos. Empero, aunque sus descubridores no eran ignorantes, no cabía tal exquisitez. Casi al borde la inanición, rompieron el hielo y devoraron a esos tritones. Acoto que había sólo algo capaz de superar el ya indoblegable apetito: la recuperación de su libertad. Eran presos políticos, gente que había sido sancio...
Olviden la ordinariez que infesta nuestra sociedad, los deberes preceptuados por las agendas laborales y el diplomático recurso de no insultar al prójimo... Caerse del tiempo demanda una extravagancia posmoderna: vivir, aunque sea un instante, con total libertad.