El escritor no es un canario o un zorzal. No debe limitarse a cantar a la luna. Jesús Lara El día en que un intelectual se abstenga de pronunciar críticas feroces, causadas por los despropósitos del hombre, contravendrá su propia esencia. La naturaleza le demanda plantear sus objeciones sin ninguna clase de suavidades diplomáticas. Si su autoridad se origina en las letras, tiene que usar la pluma para embestir al enemigo. Uno espera que, cuando censura las perversiones, esa voz carezca de dulzura. En este sentido, el temor a las acusaciones de incorrección política debe desaparecer. No necesitamos que su palabra nos sosiegue; precisamos, quizá con demasiada urgencia, ser incitados a cometer insubordinaciones. Por ende, la tibieza es un mal que no conviene admitir como tolerable. Lógicamente, esto no significa que él se limite sólo a expeler injurias, maldecir y amenazar con vapuleos al gobernante; sus acciones deben ser más generosas. Por suerte, hay todavía escrito...
Olviden la ordinariez que infesta nuestra sociedad, los deberes preceptuados por las agendas laborales y el diplomático recurso de no insultar al prójimo... Caerse del tiempo demanda una extravagancia posmoderna: vivir, aunque sea un instante, con total libertad.