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La incorrección política es una de mis ejecutorias. Yo no susurro cuando analizo las irracionalidades autóctonas ni evito mofarme del mortal que defiende una estupidez formidable: mi sinceridad resiste cualquier censura impuesta por la cortesía. Lo beneficioso de adoptar esta convicción es que uno ya no especula, con demencial cuidado, sobre las reacciones del prójimo, aquellas curiosas interpretaciones que consideran ultrajante una declaración radicalmente verdadera. A veces, las formas son tan regias que impiden la observación del contenido; por ende, corresponde obviar los requerimientos de retórica dulcísona para no propagar mistificaciones. Además, es poco probable que, mediante lisonjas o exhortaciones moderadas, un sujeto asuma su condición de necio, reconociendo cuán perjudiciales son los actos que comete. En este sentido, una declaración franca sería el mejor obsequio que alguien pudiera recibir si pretende corregir sus desatinos; así, verbigracia, ante un suceso in...
Olviden la ordinariez que infesta nuestra sociedad, los deberes preceptuados por las agendas laborales y el diplomático recurso de no insultar al prójimo... Caerse del tiempo demanda una extravagancia posmoderna: vivir, aunque sea un instante, con total libertad.