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Mostrando entradas de diciembre, 2009

Escribir en tiempos bárbaros

- A H.C.F. Mansilla - El rigor del desencuentro entre la literatura y los dictadores contemporáneos me ha llevado a pensar en las razones que pueden ser esgrimidas, aunque sea precariamente, para justificar el hábito de redactar críticas antigubernamentales. Discurro acerca de esto porque, verificado el aumento de oficialistas, uno vacila sobre la utilidad contenida en sus textos. Como se sabe, las disquisiciones puestas por escrito han tenido el poder de abonar insurrecciones, abolir credos, mejorar las sociedades humanas; en consecuencia, sus creadores probaron que esos ejercicios del intelecto son provechosos. Desde luego, los escritores que condenan las tonterías, desaguisados e insensateces del gobernante reciben variadas atenciones: si no se quiere lidiar con frustraciones oceánicas, debe aceptarse que pocos emularán a Voltaire, Sartre, Russell, Paz o Vargas Llosa. Pese a ello, contemplando una fotografía del genial Unamuno, procuro explicarme por qué persisto en esta

Desahogo de un opositor auténtico

- Confieso que la sola imagen de Rubén Armando Costas Aguilera me produce una repulsión indescriptible. Además, desde hace algunos meses, no tolero sus tentativas de discurso ni el tono cavernoso que usa cuando los periodistas lo interrogan sobre la problemática del país. No cuestiono su notable falta de lecturas, ya que la bibliofilia es prescindible si uno quiere dedicarse a los quehaceres políticos; sin embargo, resalto que supere apenas al jefe del oficialismo en ese campo. Resumiendo, fue particularmente vergonzoso tenerlo como representante de la oposición más genuina con que contó el Gobierno hasta este momento. Es irrelevante lo aseverado por sus pendolistas, cortesanos y admiradoras, únicas personas que le reconocen un mínimo de luminosidad. Tal vez su mayor acierto haya sido gritar, frente a miles de cruceños, una frase con final malsonante. Todo buen contrario al oficialismo sabe cuánto habíamos progresado hasta el año pasado. La oposición regional no era una farsa

La esperanza de un triunfo digno

- El reconocimiento del poder que tiene un enemigo es imperioso cuando pretendemos superarlo. La negación de sus habilidades vuelve imposible trabajar, con seriedad, en aquellas falencias que nos predestinan al fracaso; naturalmente, quien desdeña ese acto no arrostrará bien el desafío del combate. Uno puede disertar acerca de las destrezas y dones que lo envanecen, maximizar los méritos, construirse pedestales desde donde proclame verdades absolutas; empero, cuando la competición no es con el espejo, conviene reflexionar en torno al contrario. Es posible que, debido a sus carencias, los rivales sean incapaces de soportar la embestida menos furibunda. En este caso, hasta una preocupación ínfima sería exagerada. Pero puede aparecer también un contendiente virtuoso o, peor todavía, uno que posea vicios del nivel más repulsivo, gracias a los cuales acometa obtener la victoria. Desde luego, si esta situación se presenta, la identificación de nuestras cualidades sirve para enfrentar las p