La alabanza y la censura, la aprobación y la desaprobación, ya sean científicamente justificadas o no, son tan esenciales a la vida normal de la sociedad como a la del individuo. Arthur Koestler Cuando pasan inadvertidas las exageraciones, sin importar el ámbito donde aparezcan, es válido afirmar que no se tiene una facultad de gran valor. Un hombre que pretenda tomar decisiones serias, las cuales no estén en disputa con la racionalidad y el buen gusto, debe notar los excesos. Los mortales que aspiran a ser prudentes, por ejemplo, tienen la obligación de trabajar ese atributo. Según su óptica, se nos aconseja evitar los extremos porque, supuestamente, no habría sitio allí sino para el peligro. Respecto a esta posición, es oportuno acentuar que la radicalidad no merece sólo cuestionamientos; por el contrario, actitudes como ésa pueden mejorar nuestra existencia. En general, las tibiezas han servido para reconfortar a los mediocres, cobardes e ineptos. Ello implica la n...
Olviden la ordinariez que infesta nuestra sociedad, los deberes preceptuados por las agendas laborales y el diplomático recurso de no insultar al prójimo... Caerse del tiempo demanda una extravagancia posmoderna: vivir, aunque sea un instante, con total libertad.