“No tengo nacionalidad, el mejor status posible para un intelectual”. ---------------------------------------------------------------------- Émile Michel Cioran Hubo una época en la que me sentí boliviano. Con seguridad, ser el escolino abanderado fue fundamental para experimentar tan odiosa perversión. Ulular las estrofas del himno nacional era un suceso truculento: mirada estatuaria, rigidez militar y gravedad patente convergían en ese rapacejo que anhelaba tomar el solio gubernamental. Alzando la oriflama del país, mi fervor no admitía refutaciones. Gárrulos e insensatos, los educadores jingoístas [1] creían haber formado exitosamente al nuevo repúblico. Incurrí también en el regionalismo [2] . La glorificación de Santa Cruz origina un aborrecimiento que castra legítimas reclamaciones expelidas contra el Gobierno Central. Muchos historiógrafos discantaron las tropelías sufridas por este solar, fraguadas desde aposentos palaciegos. Con todo, sostener que las excrecencias cruceñas t...
Olviden la ordinariez que infesta nuestra sociedad, los deberes preceptuados por las agendas laborales y el diplomático recurso de no insultar al prójimo... Caerse del tiempo demanda una extravagancia posmoderna: vivir, aunque sea un instante, con total libertad.