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Pero la intrepidez de los pensadores acabó con el quietismo cerebral. Tal como Tomás Abraham lo señala cuando glosa los comienzos de la filosofía, quienes desafiaron al oráculo expusieron su vida, puesto que cuestionaron los dogmas vigentes. Lidiador brillante, el filósofo rechaza la respuesta dogmática para forjar su propia contestación, una que lo convenza sin remitirlo a misterios religiosos u otros apotegmas indeliberables. Tras elaborar una noción personal, se vuelve necesario lograr el asentimiento del prójimo, vigorizar nuestra reflexión con el siempre útil apoyo externo. Procurando alcanzar este fin, surgía la necesidad de dialogar, exponer argumentos; entonces, paralelamente, la comunicación se ofrecía para acercarnos a lo auténtico, ya que, parlamentando, podemos encontrar las mejores respuestas.
Esa busca de la verdad que ya no puede ser satisfecha por el oráculo se refleja también en los círculos políticos. Así, la democracia es el único escenario donde las personas pueden dialogar sin restricciones arbitrarias, plantear temas que consideren trascendentales o hasta patrocinar extravagancias ideológicas. Por supuesto, para evitar debates hueros, los representantes nacionales deben sustentar racionalmente sus planteamientos, aceptar que éstos sean refutados y permitirle al semejante formular apreciaciones cuando estime necesario hacerlo. Evocando a Cornelius Castoriadis, afirmo que la clausura de significaciones es inadmisible si se pretende tener una vida democrática; en otras palabras, repudiar cualquier exclusión sumaria de temas controvertidos tórnase imprescindible para los que apoyan esta forma gubernamental.
Desde el momento en que no se acepta la discusión de un tema específico, regional o nacional, dentro de una instancia deliberante, negarle a ésta su condición democrática es una decisión acertada. Siendo el debate un mecanismo sensato para encontrar ideas que permitan nuestro mejoramiento, su ejercicio frecuente constituye una prueba de madurez política. La democracia necesita del diálogo racional, uno donde ninguna propuesta sea soslayada por caprichos grupales; hay que opinar, escuchar, disentir, tolerar: existir como verdaderos demócratas. Obrar de manera distinta significa revelar nuestra predilección por un modelo que venera los soliloquios dictatoriales, rebuzna cuando alguien lo importuna con cuestiones contradictorias del catecismo que memoriza.
Los dictadores ansían regentar a un pueblo que se limite a escucharlos. El acatamiento de sus órdenes repele aquellas discusiones que tratan sobre la férula del gobernante; el espacio discursivo, en tal caso, tolera solamente monólogos autocráticos. Por el contrario, cuando hay democracia, las voces discordantes son una invitación al debate, una oportunidad estupenda para ejercer nuestro derecho a disentir -o aun cambiar de parecer-. En este sentido, reprender a los políticos que vetan la posibilidad de fortalecer nuestras convicciones democráticas, pues sienten aversión por cualesquier faenas intelectuales, es un acto indiscutiblemente laudable.
Fue un caso extraordinario de entusiasmo y amor hacia la filosofía. Augusto Pescador 1. Aspectos biográficos Manfredo Kempff Mercado nació el 8 de enero del año 1922 en Santa Cruz de la Sierra. Fue hijo de un médico alemán, Francisco Kempff, y una dama cruceña, Luisa Mercado, quienes tuvieron cinco hijos, los que realizaron aportes de importancia a la sociedad. A propósito, se destaca lo hecho por Enrique, hermano mayor de Manfredo, pues debe ser considerado como uno de los principales escritores del siglo XX en Bolivia. Asimismo, se resalta la figura de Noel, importante biólogo que, trágicamente, fue fatal víctima del narcotráfico, desencadenando una indignación ciudadana que sirvió para repudiar a los que incurrían en esos hechos ilícitos. Nuestro pensador obtuvo su bachillerato en el Colegio Nacional Florida. Luego, contando veintidós años, se tituló de abogado gracias a la Universidad Autónoma Gabriel René Moreno. Su tesis, defendida ...
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