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Bellas Artes

“El Arte es la expresión sensible de lo bello; lo bello, es la materialización del ensueño, el Ideal tomando forma, ya en la perfección de la línea, sobre los mármoles rígidos, ya en los matices sabios de colores, sobre los lienzos vírgenes, ya en el esplendor de la palabra, en la euritmia luminosa y vibrante del Estilo…”[1].
I
Bellas Artes es la denominación que, en conjunto, reciben las diferentes manifestaciones del valor estético. La pintura, arquitectura, música, literatura y escultura –entre las que existe concordia- permiten conocer lo que sus respectivos autores consideran hermoso. Al realizar una obra, los artistas deparan al mundo la posibilidad de minar nuestra irreflexiva concretización del tedio (producción en masa), y el pavoroso asolamiento de la imaginación (telelatría); dejando, como principal resultancia, un espíritu cautivado.
II
Toda lengua, como escribió Borges, es un sistema de citas; comprenderla, entonces, exige que estudiemos cada locución creada por los individuos. Establecer el sentido de una frase proferida es buscar la tendencia del emisario. Consiguientemente, permítanme reflexionar, junto a José María Vargas Vila, sobre la naturaleza de las Bellas Artes.

“El Arte, no tiene Ética; ignora los antagonismos artificiales, las categorías caducas de eso anormal y confuso, atrabiliario y extravagante, que el hombre llama: el Bien y el Mal; el Arte no tiene sino Estética; ante la conciencia del Arte, no existe lo moral ni lo inmoral, sino lo bello y lo no bello; la Belleza ignora la Moral, como un niño en la cuna ignora el sexo…”[2].

Lo artístico es esencialmente estético. El arte jamás se encontrará vinculado a la moral: el antónimo de bello es feo; nunca malo. La bondad se puede presentar en artistas y artesanos; el impulso hacia lo venusto, sólo en los primeros. Una cosa es buena por la aprobación externa -su utilidad-; algo es bello, en cambio, por esa convicción personal de crear para deleitar, sin la arbitrariedad del engreimiento.
III
Precisamos a las Bellas Artes para darnos cuenta de que el ser humano aún merece la vida. Y es que su letanía de actos infames (narcotráfico, terrorismo, destrucción del planeta, guerras, violencia, etc.) admite fulgurantes excepciones: pintar, esculpir, transformar estructuras, escribir e interpretar canciones. El virtuosismo posibilita refutar la siguiente aseveración: el hombre es un mero destructor de sus prójimos y del hábitat que le pertenece.

“La música debería arrancar fuego del corazón de los hombres y llevar lágrimas a los ojos de las mujeres”[3].
Ludwig van Beethoven

[1] José María Vargas Vila, Prosas Laudes. Editorial Sopena, Madrid, 1931, página 47.

[2] Ídem, página 27.

[3] Mariano Baptista Gumucio, Pasajero en la aeronave Tierra. Editorial “Los amigos del Libro”, La Paz, 1972, página 133.

Comentarios

Unknown ha dicho que…
Bello tu post.

Besos y que DIos bendiga a Bolivia
Enrique Fernández García ha dicho que…
Vanidoso como Tamayo, tu juicio calológico me ha embelesado. Francamente, conmueve la generosidad que irradia del comentario.

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