Ha pasado la época de los héroes;
entramos hoy en la edad del buen sentido.
Juan
Bautista Alberdi
En 2005, junto con
algunos amigos, fundamos el Movimiento Político Liberal. Teníamos la convicción
de que, si se procuraba resolver la problemática social, el liberalismo era lo
único razonable a considerar. Sus postulados éticos, políticos, económicos, al
igual que culturales, habían contribuido al efectivo avance de la humanidad; en
consecuencia, nada tan sensato como intentar aquí su plena realización. Subrayo
esto último debido a que, siendo rigurosos, la historia boliviana cuenta con
muy pocos regímenes genuinamente liberales. La regla es toparse con gobernantes
que adoptaron posturas contrarias, desde nacionalista-revolucionarias hasta indigenistas.
Sin duda, cuando se ha tenido apego por los principios de la libertad, las mejoras
resultaron evidentes. La desgracia es que nunca se perseveró, como
correspondía, para lograr avances mucho más significativos y estables.
En
aquella época, declararse liberal era una invitación al desprecio o a recibir insultos.
Cuando no había violencia en la reacción, se denunciaba su carácter ilusorio. Hay
quienes aseguran, sin ningún respaldo serio, que solucionar problemas por esa
vía es una fantasía. No importa que se les explique cómo, durante los últimos siglos,
el mundo ha mejorado gracias a esas ideas. La lógica no los persuade. Así, hace
casi veinte años, las banderas que ganaban el favor mayoritario eran otras. En
rigor, lo que fascinaba era el mismo mal de siempre, el estatismo, aunque con algunas
variaciones. Recuerdo que, salvo excepciones, ni siquiera los empresarios deseaban
ser asociados con esa ideología, pues, entre otras cosas, podía perjudicar sus
negociados con el Gobierno.
Hoy,
por fortuna, el panorama ha cambiado. Los pensadores de la libertad, por ejemplo,
desde Locke hasta Hayek, para no dar más nombres, pueden ser leídos sin mayores
inconvenientes. Antes, si usted quería estudiar a Mises, debía visitar una
biblioteca especializada. Esas obras circulan ahora con sorprendente facilidad,
teniendo también material de Internet que contribuye a su divulgación. Existe
un ambiente menos adverso para hablar sobre liberalismo. Acentúo que, en las
nuevas generaciones, uno encuentra individuos con notable formación desde el
punto de vista doctrinario. Pero tenemos igualmente a sujetos que cuentan con
enorme pasión, desbordante, quienes gritan su amor por la libertad; sin embargo,
no quieren adquirir mayores conocimientos ni cultivar un espíritu crítico. Algunos
llegan al extremo de adoptar creencias conservadoras y suponer que no hay contradicción
con el ideario liberal.
Que
ser liberal esté más o menos de moda sirve, pero es insuficiente. Si nos
quedáramos con el activismo libertario, esto es, sin ninguna profundización,
podríamos tener un ejército de guerreros que levanten banderas amarillas y
negras, mas ignorantes sobre qué hacer frente a problemas concretos del país. No
basta con decir privatización o dolarización; la realidad es harto compleja. Obviamente,
no pretendo que los simpatizantes de esta causa sean eruditos. El punto es que su
creciente pasión por la libertad debería ser combinada con algún esfuerzo
intelectual. Les ayudaría a tomar conciencia de lo difícil que será transformar
Bolivia para hacerla más libre. Lo malo de las modas ideológicas es que, como no
hay convicciones arraigadas, no tienen gran aguante. De este modo, como no
entienden lo arduo del trabajo a realizar, los libertarios que dan la victoria se
pueden volver impacientes y, pronto, resucitar las taras estatistas.
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