Sólo un dios ávido de imperfección en él y fuera de él, sólo
un dios destrozado, podía imaginar y realizar la Creación; sólo un ser tan
insatisfecho puede aspirar a una operación del mismo tipo.
Emil Michel Cioran
En una conferencia llevada
a cabo el año 1996,
Cornelius Castoriadis reflexionó, una vez más, sobre lo imaginario. Trató
entonces de considerar diversos aspectos que se relacionan con nuestra
convivencia. No se piensa, pues, en el ejercicio de una facultad que carezca de
importancia para los demás. Como es sabido, toda sociedad exige que, para fines
de su organización, recurramos a la imaginación, concibiendo reglas,
instituciones, pero también metas e ideales, entre otros elementos. Es más, la
orientación que tengamos en la vida, especialmente respecto a cuestiones
centrales, dejará sentir su influencia. Lo destaco porque, en medio de sus
explicaciones, dicho pensador sostuvo que los hombres habían intentado dar forma
al caos, recurriendo a tres campos, cuyos dominios deberían interesarnos:
ciencia, filosofía y arte. Coincidían en el propósito, aunque contaban con diferencias
significativas.
Los científicos pretenden
la explicación del mundo, una que liquide absurdos. Como Camus lo apuntó, nos
resistimos a creer que la naturaleza se halle marcada por el desorden, las
contradicciones. Tiene que haber alguna lógica en sus diferentes
manifestaciones. Si contemplamos una larga fila de hormigas, por ejemplo, debe haber
leyes que sirvan para facilitarnos un aprendizaje cabal al respecto. Si esto sucede
con insectos, lo mismo debería ocurrir en otras situaciones, dentro o fuera del
planeta. Es que la busca de sentido puede conducirnos a tener cargas mayores.
La misión ya no sería sino total. Así, desde la zoología hasta nuestra propia
vida, pública o privada, se nos presentaría un escenario en el que nada impide
su esclarecimiento. Podemos ilusionarnos al intentarlo, mas nada garantiza realizar
ese cometido.
Los filósofos, por su
parte, procuran la dilucidación de lo que pasa en el mundo. No basta con
describir, buscar causas, aun hacer predicciones; precisamos su comprensión.
Hará igualmente falta la crítica. Por supuesto, nos ocuparemos de cuestionar
todo aquello que discuerde, contradiga o niegue la razón. Ocurrirá lo mismo
cuando se afectan conceptos como verdad, justicia, belleza. Una realidad en la
que no tiene cabida su aplicación, por ende, justificará el rechazo. De manera
que las ideas pueden resultar útiles para su mejoramiento. Queremos ordenarlo a
fin de terminar con sus criticables irregularidades o, al menos, darle
categorías inteligibles. A veces, conforme a esta línea, nuestro problema no es
tanto la injusticia que advertimos, sino su incomprensión. Pensar puede
equivaler aquí a sistematizar.
Finalmente, para que tenga
forma el caos, podemos apelar al arte. En este caso, no se persigue la
explicación o dilucidación; el objetivo es crear otros mundos. La idea puede
ser ilustrada gracias a los libros. Acontece que, según Mario Vargas Llosa, nuestra
insatisfacción con la realidad es el origen del fenómeno literario. El
escritor, es decir, un artista de las letras, nos ofrecerá otros universos. Pintores,
músicos, escultores, por citar otros ejemplos, no podrían invitarnos a una
simple reproducción de la realidad. Una de sus grandezas consiste en ayudarnos
a contemplar dimensiones jamás previstas, permitiendo vivencias incomparables,
gozos que nos aparten del monótono existir. Porque la vida resulta enriquecida
cuando, en determinados momentos, nos animamos a descartar el ordenamiento del
mundo para rendirnos ante sus alternativas. No reivindico ningún escapismo; el
punto es que, en ocasiones, conmoverse puede superar toda indagación.
Nota pictórica. Desocupados es una obra que pertenece a Antonio
Berni (1905-1981).
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