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La liberación como estafa plurinacional




Las esperanzas defraudadas de los progresistas políticos, por un lado, parecían meramente confirmar el sombrío pesimismo de los pensadores de la decadencia y la crisis, por el otro.
Karl Dietrich Bracher


Desde hace medio siglo, Dussel y otros filósofos latinoamericanos han explotado el concepto de liberación. En su criterio, deberíamos percatarnos de las injusticias cometidas contra estas sociedades que se hallarían marcadas por la opresión. Las grandes potencias, contemporáneamente a la cabeza de Estados Unidos, se desvivirían por marginarnos, excluirnos, conspirando para eternizar una situación inmoral. Es la explicación de las miserias económicas que se perciben por estos lares. Además, sin falta, surge como contestación cuando nos preguntamos por qué no hay una cultura democrática, más o menos racional, tolerante, eficaz para encontrar las mejores soluciones. La culpa sería de agentes externos e imperialistas. El problema es que no tendríamos consciencia de aquello, prevaleciendo una mentalidad ensombrecida por los engaños.
Sin embargo, los sectores populares, excluidos por círculos de poder, podrían contar con quien procurase su liberación. Se trataría de personas que ya no vivirían en las mentiras del opresor. Ellos se habrían dado cuenta de los abusos que son cometidos en su contra. Lógicamente, no se quedarían en silencio ni pasivos; por lo contrario, estarían a la vanguardia, librando batallas con heroísmo, intentando que ese vil sistema caiga de una vez por todas. Con este fin, criticarían a quienes prefieren la indiferencia o el silencio, pues su actitud facilita el sometimiento de todos. En suma, el objetivo que buscan es liberarnos del engaño, pero también alentar la rebelión frente a las órdenes de los dominadores. Merced a su hazaña, se perdería la condición de parias.
Los partidarios del Movimiento Al Socialismo se han presentado, en más de una ocasión, como quienes conseguirían una liberación tan auténtica cuanto irreversible. Todos los desposeídos, relegados debido a su condición étnica, socioeconómica o ideológica, serían favorecidos con su gesta. Las clases populares, en teoría, asumirían tal protagonismo que nunca más se osaría ejercer funciones gubernamentales para reprimirlos, encarcelarlos, hasta eliminarlos. Una vez alcanzada la cumbre del mando, el panorama cambiaría solamente para bien, originándose un vínculo con las autoridades que nadie debería censurar. Desde el primer momento, sus flamantes funcionarios se ocuparían de respaldar a ciudadanos que quieren terminar con una mentalidad servil. En este sentido, sus libertadores tendrían que fomentar la toma de una posición crítica. Si se ha cuestionado la pasividad del pasado, nada menos deseable que desalentar la interpelación de todos, incluyendo a los gobernantes.
Lo cierto es que Morales Ayma y su partido jamás quisieron consumar ninguna liberación mental. Para ellos, durante todo su régimen, ha sido suficiente con que las personas marchen, cerquen y amenacen a legisladores del bloque opositor. Las taras que impiden un mejoramiento de la sociedad permanecen invariables; peor aún, debido a conocidas prácticas del oficialismo, su gravedad ya es superior. Cuando los indígenas se animaron a pasar del adulo a la exigencia, el Gobierno respondió con brutalidad. Pasó también cuando cayó en desgracia una parte de la Central Obrera Boliviana, pues no todos son alabadores del caudillo. Por último, sucedió cuando un albañil, vale decir, representante de los sectores que se prometió liberar y favorecer, quiso actuar como verdadero ciudadano, interpelando a su gobernante porque lo había traicionado. La respuesta fue un juicio. No entendió que el plan era imponerle otro amo.

Nota pictórica. El mito de Prometeo es una obra que pertenece a Piero di Cosimo (1462-1522).

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