La fuerza de la verdad está siempre
temporalmente sometida al poder de la mentira organizada. Pero el
poder mismo, en cuanto es solamente un potencial, es mucho más caduco que lo
verdadero, cuya fuerza procede del poder de lo fáctico y de su permanencia.
Hannah Arendt
Para Nietzsche, cuyas reflexiones pueden invitarnos al
desencanto, lo que nos molesta del engaño son sus consecuencias desagradables. En
este sentido, el problema se presenta cuando los efectos de la falsedad se
tornan perjudiciales. Por el contrario, si no se desplegaran sus secuelas en
nuestra contra, perturbándonos de cualquier manera, podría resultarnos hasta indiferente
toda mentira. Pasaría lo mismo con la verdad, ya que, en general, las personas
se decantarían por apreciarla sólo si sus repercusiones son positivas. Si
sucede algo totalmente distinto, vale decir, cuando el conocimiento de lo
verdadero nos provoca malestar, puede preferirse vivir en medio del embuste, originando
un ambiente propicio para su modalidad política. Porque, mientras nos
acostumbramos a las mentiras, hay muchos funcionarios que lo celebran.
Aun cuando el Movimiento Al Socialismo pregone
hoy que la verdad es una de sus virtudes, criticando las mentiras capitalistas,
cabe contemplar esto con escepticismo. No basta con anunciar una investigación de
los últimos regímenes militares que ha tenido Bolivia para patentizar un
propósito tan loable como el distanciamiento del engaño. Lo cierto es que se
persiguen otros fines porque a los oficialistas les incomodaría ser
consecuentes con ese objetivo. No quieren, por ejemplo, reconocer que, en
varios golpes y dictaduras, hubo participación de personas ligadas a la
izquierda. Pueden tener una gran memoria para Banzer, sin duda; empero, si
alguien menciona a Juan José Torres, se olvidan de su ruptura del orden
constitucional. No se procura saber qué ocurrió, sino confirmar hechos acordes
con su versión de la historia.
Si, francamente, el oficialismo deseara una
reconciliación con la verdad, tendría que reconocer su aprecio por diversas
mentiras. Siguiendo esta línea, sus militantes deberían admitir que el discurso
de gobernar según los mandatos del ciudadano es una patraña. Su respeto a las
decisiones adoptadas por quienes ejercen derechos políticos es válido sólo
cuando se refleja en apoyo al Gobierno. En el supuesto de que las urnas dieran
resultados distintos, la situación cambiaría, despreciando posiciones asumidas
por los votantes. Por lo tanto, deberían aceptar que entienden la democracia
como un instrumento de conservación del poder. Por esta razón, no les interesa ninguna
de las limitaciones que, bajo ese sistema político, corresponde salvaguardar.
Olviden las restricciones de mandatos, el buen trato a las minorías, la
valoración del diálogo: el MAS es una impostura democrática.
El reconocimiento de la verdad no hará libres a
considerables seguidores del MAS, sino, si hay justicia, presos. Es improbable
que el régimen reconozca sus cuantiosas violaciones a los derechos humanos y
busque un castigo ejemplar. Ellos proclaman lo contrario, incluso se presentan
como los mayores defensores de la dignidad del prójimo. Lo evidente es que,
desde La Calancha hasta Chaparina, para no evocar más abusos, los hechos revelan
su mitomanía. Por otro lado, pueden traer a la memoria los exilios provocados
por García Meza, desde luego, pero no registrarán el elevado número de
bolivianos que, debido a su persecución judicial, se hallan afuera. Porque,
cuando la historia se analiza sin visiones dogmáticas, podemos toparnos con
acontecimientos que, por su contundencia, nos hagan dudar de nuestras mayores
certezas. Por supuesto, ello se da cuando buscamos la verdad y no, como pasa
entre los gobiernistas, el encubrimiento de las mentiras.
Nota pictórica. El encuentro
es una obra que pertenece a Remedios Varo (1908-1963).
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