En los regímenes
totalitarios aparece con claridad que la omnipotencia del hombre corresponde a
la inutilidad de los hombres. Por eso, en base a la fe en que todo es posible,
se deduce inmediatamente la praxis de hacer superfluos a los hombres, en parte
diezmándolos y, en general, liquidando al hombre en cuanto hombre.
Hannah Arendt
Para Fichte, pensador
tan pretencioso cuanto enérgico, la filosofía defendida por alguien depende del
tipo de persona que sea. Los gustos de cada uno serían, por ende, importantes
al reivindicar doctrinas, caminos que, gracias a la razón, fueron construidos
para responder variadas preguntas. Es innegable que nuestros semejantes pueden
tener preferencias de diversa laya, tornando muy ardua cualquier coincidencia;
sin embargo, aun las actitudes más insólitas ya cuentan con un encauzamiento
teórico. En este sentido, podríamos ser presentados
como la encarnación de una idea, o su caricaturización menos virtuosa, aunque sería
igualmente factible que no posibilitáramos ninguna referencia. Es menester
apuntar que, sin esa clase de sustento conceptual, las acciones son criticables.
Con todo, se advierten deficiencias en el ámbito privado, así como cuando
hablamos de asuntos que versan sobre lo público.
Hay una
verdad que debe juzgarse irrebatible: las ideologías no pueden prescindir de
alguna concepción del hombre. Si procuran concretar sus anhelos, bajo la
modalidad de plan o programa, está claro que deben tener ese comienzo. En
política, entender nuestra naturaleza resulta útil para establecer los
fundamentos del poder y, asimismo, señalar el fin que conviene perseguir. Nadie
niega que, en ciertas oportunidades, se haya
tratado de divinizar ese oficio, arte o actividad, conforme a la óptica elegida
para formularlo, considerándolo
una expresión teológica, privándolo, por lo tanto, del carácter esencialmente propio
del género. Empero, es algo que nos concierne, una dimensión cuyas
manifestaciones servirían para reconocernos. En otras palabras, según
entendamos la esencia de lo humano, forjaremos un proyecto de convivencia que
sirva, verbigracia, para legitimar al gobernante o justificar su desacato.
Esas
reflexiones de orden antropológico pueden situarnos en distintos escenarios. Si
concibo al hombre como un ser irremediablemente ambicioso, dispuesto, en
criterio de Hobbes, a matar al congénere para saciar sus apetitos, se optará
por un régimen fuerte, renuente a la libertad individual. La situación cambia
si, por el contrario, confío en el prójimo, creyéndolo capaz de razonar sobre adversidades sociales, hallar soluciones lógicas y, además, mostrar
sensibilidad frente a injusticias. En este caso, lo prudente sería idear una
propuesta de talante optimista. Por último, para limitar mis ejemplos, debe
plantearse la posibilidad de entender que los hombres tendrían una esencia en
la cual no encontramos sólo bondad o malicia. A partir de ello, se prepararán
alternativas para regular esa relevante relación que tenemos en vida
civilizada, aquella formada por dos elementos fundamentales: poder y autonomía del
individuo.
Debe acentuarse que, en el análisis del hombre, se pueden elaborar
teorías absurdas, así como monstruosas, que jerarquizan a personas según pautas
de raza, religión o partido. Recordemos que las bestialidades del nacionalsocialismo
fueron materializadas merced a una falsa idea de
superioridad. Lo más sensato es practicar la humildad y el escepticismo al
imaginar a quienes deben mandar, pero también obedecer. Toda exageración en ese
terreno, sea mediante la invención de criaturas con dones supremos o, teniendo designios
diferentes, sujetos destinados a ser siervos, es perniciosa e irreal. Pensemos
en alguien imperfecto, falible, mas con el deseo de vivir en libertad. Quizá
sea la mejor base para trabajar en la solución de problemas comunes.
Nota pictórica. Recuperación del hombre pertenece a Pável Nikoláyevich Filónov (1883-1941).
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