En los países democráticos, los
comunistas, por razones evidentes, pero también el grueso de los batallones de
la izquierda no comunista, por razones más turbias, se niegan o se han negado durante
mucho tiempo a ver en el comunismo un totalitarismo.
Jean-François Revel
El
socialismo es una maldita enfermedad que ha llenado este planeta de tumbas.
Nació con el designio de mejorar nuestro mundo, transformar una realidad que se
creía injusta, permitir a los hombres mayores alegrías. Mas esas ofertas que
competían con las promesas bíblicas, quizá superando a éstas en cuanto al número
de predicadores, jamás pudieron ser concretadas. En diferentes países, esa
ideología fue adoptada por gobernantes que tenían lo necesario para realizar
sus planes; no obstante, ni siquiera el poder absoluto mostró las bondades del
sistema. Resalto que dicha doctrina, fundada por utopistas y consagrada gracias
a Karl Marx, el filósofo más tóxico de todos los tiempos, sedujo a muchos
electores. Es que, si bien han sido históricamente contrarios a la democracia,
los izquierdistas supieron utilizar las urnas para terminar con un orden basado
en la libertad.
Aunque nunca se cansaron de cuestionar la propiedad
privada y el mercado, las alternativas que concibieron fueron calamitosas.
Desde la perspectiva económica, es imposible acordarse de alguna medida que
haya sido útil para beneficiar a los ciudadanos; lo normal era favorecer al grupo
mandante. Remarco que, mientras las autoridades disfrutaban de grandes
comodidades, los administrados no podían satisfacer necesidades elementales.
Los socialistas deben asumir su responsabilidad en las hambrunas que afectaron
a numerosos sujetos. Son millones las personas que, por culpa de sus tonterías,
aspiraron únicamente a subsistir. Siendo todavía uno de los símbolos
comunistas, Cuba es un ejemplo de cuán perjudicial puede ser vivir bajo esos
regímenes. El castrismo cometió las brutalidades suficientes para volver
miserables a miembros de una sociedad que, antes del triunfo en Sierra Maestra,
tenía un nivel aceptable.
Cuando conquista el poder, la izquierda emplea balas y
calabozos para castigar a sus críticos. Desde Lenin hasta Hugo Chávez, queda claro
que la intolerancia forma parte de su naturaleza. Aborrecedores de cualquier autonomía,
la insumisión del pensamiento les resulta peligrosa. Ellos saben que, si
hubiese la posibilidad de discutir seriamente sobre sus postulados, las
mentiras serían expuestas sin dejar sitio para los pretextos. En suma, las
persecuciones obedecen al deseo de impedir que la verdad sea divulgada. Porque,
pese a las patrañas difundidas por sus propagandas, lo cierto es
que son diestros en violar los derechos humanos. No hay dignidad que sea
respetada. El desprecio al individuo se refleja, entre otros casos, en las
sanciones que se le impone por atreverse a contradecirlos.
Aun cuando las monstruosidades que se originan en el referido
mal son irrefutables, algunos mortales persisten en glorificarlo. Desde la
tribuna de los intelectuales, uno puede escuchar alegatos que son bastante
absurdos. Pienso en la negación del manifiesto vínculo entre la izquierda,
Hitler y Mussolini, por el que sus difuntos pertenecen también al bando siniestro.
Al respecto, debe subrayarse que la principal antítesis del fascismo será
siempre el liberalismo. Por lo visto, ese argumento busca evitar que se imputen
más perversidades a su ideología. Quiere mantenérsela libre de toda condena. Yo
he notado que, con este objetivo, reprueban las abominaciones del socialismo
practicado por Morales Ayma, pero, curiosamente, se intenta algo insostenible:
desconocerlo como representante de su facción. Corresponde admitir que sus
abusos no son casuales, sino las consecuencias de esas terribles teorías.
Nota
pictórica. Perpetuum immobile es una
creación del pintor Eugene Berman (1899-1972).
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