El moderno endiosamiento de la economía es una imposición marxista que, por su necedad, debe rechazarse sin titubeos. Nadie objeta la validez otorgada a esta disciplina en el mundo entero; no obstante, limitarse al examen de las cuestiones públicas o privadas en términos crematísticos me parece incorrecto. Como liberal que arribó a esta doctrina por la vía filosófico-política, censuro una visión empalagosamente dineraria porque, además de falaz, se usa para desacreditar explicaciones integrales del problema estatal, resistiendo la participación en polémicas y cualquier espacio donde sus fragilidades sean evidentes.
De acuerdo con Mariano Grondona, el liberalismo admite una triple contemplación. Sucede que, tal como lo enseña este razonador, nuestra doctrina tiene un origen ético: surge para exigir que cada persona piense por sí misma, viva conforme a su dignidad y decida según sus convicciones, asumiendo posteriormente las consecuencias, pues la responsabilidad individual así lo preceptúa. Tras esta génesis filosófica, las nociones liberales llegan al ámbito político, demandando la elección de gobernantes en un clima de libre debate, el cual permite una heterogeneidad que refleja las diversas tendencias ciudadanas. Por último, el amparo de la libertad se pronuncia sobre los temas económicos: su concreción histórica se llama capitalismo; las ideas fundamentales, propiedad privada y mercado.
Considerando la policromía del discurso liberal, los juicios que pretendan revestirse de su autoridad deben evitar las valoraciones pecuniarias que relegan otras perspectivas por estimarlas accesorias, acaso superfluas. No hay peor diapasón ideológico que uno capaz de sublimar los guarismos, aun cuando productores o consumidores sufran restricciones liberticidas. Postular que el parámetro para esclarecer cuán afortunada es la situación de un país sean sus conquistas comerciales, exportaciones y concretización del pleno empleo es insatisfactorio. Por supuesto que lo anterior es relevante; mi negativa se funda en las deficiencias del criterio: la libertad individual no debe tolerar compensaciones autoritarias a cambio de condiciones que pueden obtenerse sin vulnerar derechos tan fundamentales como el de la propiedad privada. Ninguna opulencia es intercambiable por la soberanía del que actúa sin sujeciones ajenas a las de sus principios.
Los avances de Occidente son palpables en lo referente al mejoramiento del nivel de vida; empero, que las penurias disminuyan no equivale al fin del progreso. Un descuido de los principios que han hecho grande a esta corriente, con sus modulaciones pertinentes, a favor de exclusivismos monetarios puede instrumentalizar el crecimiento económico para volver eternas aquellas prácticas claramente antidemocráticas. Hay que aguzar los sentidos: el despotismo no dudaría en emplear liberalizaciones económicas a fin de obtener la totalidad del poder político.
Es precisamente gracias a esa perversión que China recibe ovaciones por su apertura económica, pero escasas críticas relacionadas con el modelo del partido único –antípoda de nuestro pluralismo– y sus medidas autoritarias, por citar algunos ejemplos. En cuanto a Latinoamérica, debo advertir que los informes macroeconómicos son tergiversados para probar las conquistas del Gobierno: una retahíla de dígitos y porcentajes muestran cómo las estatalizaciones equivalen a mayores ingresos –según ellos, esto se traduciría en bonos más demagógicos e irresponsables que los creados hasta el momento–; por otra parte, esas cifras demostrarían cuánta diferencia existe entre las gestiones anteriores (supuestamente liberales) y la vigente. A su turno, la oposición refutará las afirmaciones numéricas, alegando que los factores han variado, las proyecciones son equivocadas, el contexto internacional exige un rendimiento mayor, la inflación no está siendo controlada, etcétera.
No es que los rebatimientos económicos del opositor sean innecesarios; al contrario, defiendo cualquier ataque a las políticas que albergan irracionalidad. Mi objeción tiene que ver con la inobservancia provocada por esta clase de discusiones. Pareciera que basta cumplir con algunos deberes fiscales, deudas foráneas e indemnizaciones emergentes de la venganza del estatismo para no recibir ningún vituperio. ¿Debo recordarle al intrépido lector las alabanzas que ha despertado Raúl Castro por unas cuantas flexibilizaciones que no deberían hacer olvidar a quienes siguen siendo castigados por cuestionar su dictadura? ¿Será necesario insistir en que la Organización de Estados Americanos, donde confluyen los países democráticos del Continente, no tuvo un comportamiento decente cuando Hugo Chávez violentó la libertad de expresión, y Evo Morales hizo aprobar un proyecto de Constitución que lesiona derechos fundamentales e irroga principios básicos del Estado liberal?
Nota pictórica. El cíclope Polifemo lanzando piedras a la tripulación de Odiseo es una obra de Annibale Carracci.
Comentarios
Como escribí en La paradoja alteña, "Básicamente el capitalismo en su aspecto filosófico sostiene que las personas deben ser libres para elegir su propio destino, que los individuos son las personas más idóneas para decidir sobre asuntos de su propio interés y que la tutela del Estado en la vida de las personas es ineficiente e inmoral".
El liberalismo no es solo una doctrina económica, sino también ética y política. Es un error limitar el debate netamente al área económica.
Saludos.
Las cuestiones filosóficas y políticas son una elegante envoltura de la explotación capitalista, única realidad que no puede ser ensombrecida ni por las palaciegas reflexiones del autor del "blog".
Saludos
PD: (Pichón), fue un descalificativo agraciado el de TUMPA.