-![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiCoGDW-lNnzMnbx4qqh3MOKXhUIPQrlGgGRtjPePu7Kb1a2s7M65VN3G39RTQdTW4yix6o49DfnU_bqJlsSMEXJlq2gH7wQcj-hsh-PZ_BtTEgKxArToU9XC_ENDjsXyFfGIr0Vg/s320/Recreo+en+un+patio+de+prisi%C3%B3n.jpg)
Cualquier laudatoria compuesta para júbilo del presidente Morales Ayma descubre una imbecilidad monstruosa. Aparentemente, sus ataques a las instituciones democráticas no son dignos de ninguna reprimenda; asimismo, las amenazas voceadas por García Linera contra quienes vituperan al partido gobernante justifican sólo elogios kilométricos. Concluyo esto porque hay todavía intelectuales que, ayudados por distintas empresas periodísticas, acometen la defensa del régimen, el amparo de un proyecto totalitario. Ante pruebas tan ostensibles de que los oficialistas no quieren efectuar cambios racionales, reformas cuya eficacia haya sido demostrada en las principales potencias mundiales, toda pusilanimidad me resulta nauseabunda. Por ello no sorprende que los discursos de la oposición sean cada vez más altisonantes.
Debido al idiotismo gobiernista, el asunto de la desobediencia civil ha ganado firmeza entre los opositores. Entendida por John Rawls como “un acto público, no violento, consciente y político, contrario a la ley, cometido con el propósito de ocasionar un cambio en la ley o en los programas de gobierno”, esta medida requiere de tres condiciones básicas: encontrarse frente a un caso concreto de injusticia manifiesta, haber agotado las vías legales creadas para obtener la modificación demandada, y no perturbar el funcionamiento del orden constitucional. Tras examinar los últimos meses, todo posibilita sostener que pensar en este recurso no es una barrabasada. Considerando que los requisitos enunciados están próximos a ser cumplidos en Bolivia, quien objete su aplicación servirá únicamente para validar la siniestra revuelta del MAS.
Las ilegalidades perpetradas por el Poder Ejecutivo son varias. Quizá una de sus mayores agresiones sea la que pretendió eliminar al Tribunal Constitucional, órgano que protege los valores supremos y principios fundamentales del sistema vigente. El hecho de irrespetar sus decisiones facilita los debates en torno a tomar otras medidas para condenar las salvajerías del Gobierno Nacional. Careciendo de medios jurídicos que logren restablecer el orden trastocado, la ciudadanía está obligada a ponderar diferentes alternativas capaces de salvar sus derechos elementales.
Esta resistencia debe ser fortificada por todos los individuos que no deseen el aniquilamiento del actual marco institucional. Desde luego, las tareas tienen que distribuirse de conformidad con los dones que cada uno posee. Para conseguir una victoria incontrovertible, a las elites les corresponde planificar los actos y al resto de la comunidad, acatar lo dictado por ellas. Tal como lo dice Ruber Carvalho Urey en La mitad de la sangre: “Él intuía que Dios o quien haya hecho al hombre lo hizo con el mismo molde, nada más que el barro a veces sale más duro o más blando, según el agua que le pongan; por eso, en la vida ya no eran iguales: unos estaban hechos para mandar y otros para obedecer”. Mientras no surja la desconfianza o envidia politiquera, el triunfo contra los experimentos liberticidas está garantizado.
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Siendo ciudadano ilustrado, tenaz demócrata, orgulloso egoísta, encomiasta del mercado, renuente al ensalzamiento indigenista y antípoda de la estupidez, mi repudio a las actuaciones gubernativas no variará jamás. Aunque parezca una confesión suicida, he decidido aceptar el sambenito de ‘reaccionario’, puesto que la revolución patrocinada por Hugo Rafael Chávez Frías exhala poca listeza e irreprimible belicosidad. Incluso, pese a las explicaciones necias que muchos escritores hacen del tema, declaro ser derechista. No titubeo al afirmarlo porque tengo razones para jactarme de mi postura. Dejo a otras personas el indiferentismo político; yo, liberal sin escrúpulos, estimo conveniente proseguir con este lance hasta cuando una victoria electoral nos devuelva la esperanza de tener un país venturoso.
Cualquier laudatoria compuesta para júbilo del presidente Morales Ayma descubre una imbecilidad monstruosa. Aparentemente, sus ataques a las instituciones democráticas no son dignos de ninguna reprimenda; asimismo, las amenazas voceadas por García Linera contra quienes vituperan al partido gobernante justifican sólo elogios kilométricos. Concluyo esto porque hay todavía intelectuales que, ayudados por distintas empresas periodísticas, acometen la defensa del régimen, el amparo de un proyecto totalitario. Ante pruebas tan ostensibles de que los oficialistas no quieren efectuar cambios racionales, reformas cuya eficacia haya sido demostrada en las principales potencias mundiales, toda pusilanimidad me resulta nauseabunda. Por ello no sorprende que los discursos de la oposición sean cada vez más altisonantes.
Debido al idiotismo gobiernista, el asunto de la desobediencia civil ha ganado firmeza entre los opositores. Entendida por John Rawls como “un acto público, no violento, consciente y político, contrario a la ley, cometido con el propósito de ocasionar un cambio en la ley o en los programas de gobierno”, esta medida requiere de tres condiciones básicas: encontrarse frente a un caso concreto de injusticia manifiesta, haber agotado las vías legales creadas para obtener la modificación demandada, y no perturbar el funcionamiento del orden constitucional. Tras examinar los últimos meses, todo posibilita sostener que pensar en este recurso no es una barrabasada. Considerando que los requisitos enunciados están próximos a ser cumplidos en Bolivia, quien objete su aplicación servirá únicamente para validar la siniestra revuelta del MAS.
Las ilegalidades perpetradas por el Poder Ejecutivo son varias. Quizá una de sus mayores agresiones sea la que pretendió eliminar al Tribunal Constitucional, órgano que protege los valores supremos y principios fundamentales del sistema vigente. El hecho de irrespetar sus decisiones facilita los debates en torno a tomar otras medidas para condenar las salvajerías del Gobierno Nacional. Careciendo de medios jurídicos que logren restablecer el orden trastocado, la ciudadanía está obligada a ponderar diferentes alternativas capaces de salvar sus derechos elementales.
Esta resistencia debe ser fortificada por todos los individuos que no deseen el aniquilamiento del actual marco institucional. Desde luego, las tareas tienen que distribuirse de conformidad con los dones que cada uno posee. Para conseguir una victoria incontrovertible, a las elites les corresponde planificar los actos y al resto de la comunidad, acatar lo dictado por ellas. Tal como lo dice Ruber Carvalho Urey en La mitad de la sangre: “Él intuía que Dios o quien haya hecho al hombre lo hizo con el mismo molde, nada más que el barro a veces sale más duro o más blando, según el agua que le pongan; por eso, en la vida ya no eran iguales: unos estaban hechos para mandar y otros para obedecer”. Mientras no surja la desconfianza o envidia politiquera, el triunfo contra los experimentos liberticidas está garantizado.
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Nota pictórica. Recreo en un patio de prisión fue forjado por Vincent van Gogh el año 1890.
Comentarios
LA VERDAD SOBRE "LA MEDIA LUNA " EN BOLIVIA
Ayuda a difundir este artículo
http://www.comunidadboliviana.com.ar/shop/detallenot.asp?notid=920
análisis de ciertos escritos que mee llaman la atención.
Te invito a que leas la crítica respecto a
este
postulado. Que viene a ser el primero de mi blog.
Saludos. Jorge
::CRITERIOM::criteriom.blogspot.com
La violencia de derecha, es tan dañina como la violencia de los falsos izquierdistas.
Tu erudición palaciega te impide reconocer que este país está cambiando para bien.
Ni modo.