Prólogo de Manfredo Kempff Suárez
Conocí a Enrique Fernández García en La Paz, hace un par de años, por intermedio de Mariano y Fernando Baptista Gumucio, naturalmente que en algún acto cultural que hoy no recuerdo. «Este es un joven cruceño, lleno de inquietudes y talento, que promete muchísimo», me dijo Mariano, con agregados complacientes de nuestro querido y extrañado Fernando, fallecido hace poco. Si los Baptista Gumucio afirmaban eso, por algo sería. Y en efecto, poco después, leyendo algunas notas de Enrique, me sorprendí por su estilo impecable y culto, y por sus enormes conocimientos filosóficos, jurídicos, históricos y literarios. Pero, además, por su capacidad de análisis y de interpretación de las cosas, hecho poco frecuente en Bolivia.
Los estudios de Derecho, la cátedra universitaria, la actividad periodística, su inquietud política, pero sobre todo su infinidad de lecturas, nos señalan que, como afirmaban quienes lo conocieron antes, estábamos frente a un joven realmente talentoso. No soy amigo de las lisonjas intelectuales y deploro escribirlas u oírlas, más aún cuando, en mi caso, se trata de hacer la presentación de un libro o de prologarlo –tarea a la que siempre me resisto–. Pero quien lea las páginas de esta selección de artículos coincidirá conmigo. Concordará en cuanto al talento del autor, aunque puede que no en cuanto al contenido de su trabajo que podrá gustar o escandalizar a muchos, por las verdades que dice y por las convicciones profundas que imprime en sus juicios.
Escritos anti-Morales es, como ya se puede suponer, una obra crítica al presidente Evo Morales Ayma. Pero más allá de crítica, es militantemente opositora. Denota una convencida seguridad de que el presidente Morales y su entorno palaciego, su MAS, sus parlamentarios, sus «movimientos sociales», que son milicianos a secas, están, diligentemente, cavando la sepultura donde será enterrado el Estado Plurinacional de Bolivia, ahora bautizado así mañosamente, con absoluto desparpajo, irrespeto y siutiquería. El autor se declara «opositor impenitente» del régimen para que no quepan dudas, y acusa sin tapujos a Evo Morales de ser una verdadera calamidad nacional, un cáncer, que, al no habérselo extirpado a tiempo, se ha convertido en algo maligno e incurable dentro del organismo de la nación.
Así da gusto leer artículos –o da placer releerlos– aunque ya fueron publicados en periódicos, sobre todo en El Deber de Santa Cruz. En estos momentos de desazón y de falta de alternativas ante el populismo creciente y atrabiliario, hace falta que se sumen voces para denunciar a la autocracia que ahora se ha convertido en un rígido bloque digitado desde Caracas. La influencia chavista en Bolivia, que es tratada magistralmente en las páginas siguientes por Fernández García, no hace sino ratificar que aquel Presidente que se mofa del Libertador definiéndose como bolivariano –«cretino contumaz» lo llama el autor– émulo del viejo déspota Juan Vicente Gómez, ha sido una de las peores coincidencias que ha podido sucederle a los bolivianos.
----Y en efecto, el acceso al gobierno de Evo Morales ha coincidido con el retorno de varios países latinoamericanos a un zurderío populista que provoca molestia, que irrita. Todos éstos se han encaramado en el poder mediante el voto popular, sin duda. Todos han sido llevados sobre los hombros de gente pobre que estaba esperanzada en los ofrecimientos de futuros días sin hambre. No obstante, el izquierdismo ahora en boga, ha reiterado su conocida ine-ficiencia, ha estafado con sus ofertas al pueblo, y algo más grave todavía: también se ha decidido a estafar a la democracia. Existe una democracia venal que se desespera por aplastar a la democracia real. Todo se hace a punta de bribonadas. No otra cosa son las reformas constitucionales con que se pretende burlar la prohibición de las pestes reeleccionarias.
Evo Morales, sin Hugo Chávez hubiera sido otra cosa. No es que hubiera sido mejor, pero, sin Chávez, no habría contado con los recursos económicos para malear a civiles y militares en busca de ganar votos, ni con los consejos perversos induciéndolo a la pelea externa, de quien, además, lo ha envuelto en una pandilla de peligrosos liberticidas. Al definir al neoizquierdista latinoamericano, Enrique Fernández, dice: «Inculto por voluntad propia, supone que su país tiene una importancia medular para el desarrollo mundial, incluso universal. Sabedor de que la patriotería es una enfermedad latinoamericana, nuestro repúblico promete restañar heridas históricas, devolver glorias perdidas, recuperar dignidades afrentadas por las potencias capitalistas. Obviamente, su invectiva no estaría completa sin los baldones disparados contra Estados Unidos, vileza hecha república».
En un país como el nuestro, donde la gente no sabe qué piensan los políticos, ni cuándo defraudarán a sus votantes, ni cuándo traicionarán lo que dijeron ayer, el autor de este libro se alinea sin titubeos en la derecha liberal, denunciando la inferioridad del zurdismo en todas sus versiones. Nada de historias de que él es de centro-derecha o de centro-centro, o de centro-izquierda. Esos son cálculos para políticos en busca de equilibrio, las más de las veces vergonzantes porque no se quieren definir. ¡Soy de derecha!, y «liberal pertinaz» en una postura «orgullosamente inequívoca», dice nuestro joven escritor. Por fin he encontrado a otro derechista que se atreve a decirlo públicamente. No somos muchos.
Porque la derecha es una posición que existe en todo el mundo y, además, que va zurrando en lides electorales a sus adversarios que se pierden por los vericuetos de la improvisación y la ansiedad de ser vitalicios. Ese es el juego democrático. La derecha no tiene por qué confundirse con el fascismo. Eso es cosa de ignorantes y nada más, de los oportunistas que están convencidos que la izquierda es el salvoconducto para acercarse a las masas y al poder. Con más frecuencia de la deseada tienen razón, lamentablemente.
Mas eso puede suceder en Bolivia, porque es un pueblo abrumado de mentiras sin esclarecer. Pero la derecha democrática existe, y seguirá existiendo y ganando espacios, aun allí donde el populismo ignaro quiera perennizarse o fracase con estrépito perdiendo oportunidades de progreso y dejando en la miseria al pueblo. La derecha, en las naciones donde ha gobernado, no ha sido menos sensible con las necesidades del pueblo y la diferencia con la izquierda está en que no engaña con limosnas asistenciales, con bonos que siembran popularidad pero que cosechan miseria.
Lamentablemente, las notas de prensa son ideas de un día. El lector lee, reflexiona y espera la siguiente. La fugacidad es su característica. De ahí que resulta tan refrescante compilar los escritos más importantes de una persona para que no desaparezcan con el tiempo. Los pensamientos tanto de coyuntura como de fondo de Enrique Fernández García, los tenemos hoy a mano. Conservamos el material para sondear y evaluar todo lo que nos está sucediendo y por qué.
Para finalizar esta breve introducción y entrar de lleno en las contundentes y doctas notas de Enrique, sólo citamos algo que se debe considerar de partida y es que desde el Gobierno se ha proyectado «una imagen embustera» de Evo Morales, pero que «el disfraz ideológico no asegura que nadie note las trapacerías, revele los malsanos designios del impostor».
Queda en manos de los lectores, para su meditación y veredicto, toda una sucesión de hechos caóticos que atormentan a los bolivianos, a través de unas decenas de artículos seleccionados y ordenados, que, pese a decir verdades incuestionables y amargas, dan gozo y producen un halo de libertad a quien los lee.
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