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Crítica de una oportunidad malgastada


«No sé si soy un buen escritor; creo ser un excelente lector o, en todo caso, un sensible y agradecido lector».
Jorge Luis Borges, Biblioteca personal.

Cuando supe que la literatura cruceña sería puesta a consideración de los lectores hispanoamericanos en Proa, me sentí alborozado, pues muchos autores locales han forjado páginas dignas del recuerdo. Con candidez inusitada, supuse que quienes aceptaran la misión de seleccionar a los literatos obrarían sin torpor ni envidia, procurando airear las mejores líneas compuestas durante los últimos decenios. Incluso, gobernado siempre por la inocencia, llegué a pensar que mi condición de meditador apátrida podría ser socavada merced al potencial orgullo de haber nacido en Santa Cruz. Empero, tras leer el nuevo número de la mencionada revista, las expectativas se transformaron en colosales frustraciones e indecible cólera. Como los motivos que produjeron mi malestar fueron diversos, explicaré enseguida cuáles son las principales razones para emitir un juicio negativo sobre la publicación antedicha.

La introducción elaborada por Claudia Bowles Olhagaray contiene anomalías que, tomando en cuenta el resto de Proa, deben atribuírsele a su autora. Allende los desaciertos gramaticales –uso incorrecto de la coma, por ejemplo-, censuro el hecho de utilizar inadecuadamente las abreviaturas en su escrito. Y es que, si tenemos presente a quiénes llega la revista, podríamos conjeturar que no todos los leedores entenderán satisfactoriamente esta frase: “…de la vieja generación realista/costumbrista, (R. Otero Reiche, A. Flores, E. Finot, E. Kempff…”[1]. Es inadmisible que se glose la literatura cruceña en una publicación internacional sin respetar la comprensible ignorancia del extranjero sobre los escribidores vernáculos. Este desacierto resulta válido hasta para el lector nacional, puesto que la familia Finot Franco tiene dos grandes representantes en el universo literario: Emilio y Enrique; por tanto, no se sabe a quién cita Bowles Olhagaray. Asimismo, no pasa inadvertida la colocación de Manfredo Kempff Suárez entre los literatos que pertenecen a las décadas 70 y 80 del siglo pasado.

Las diversiformes reseñas que anteceden a cada composición son también censurables: comentarios hechos por críticos no guardan coherencia con bibliografías descabaladas y omisiones cronológicas (aherrojados por la vanidad, cuatro autores no quisieron revelar su fecha natal). Otra mácula que hallo en el apartado es la omisión de conspicuos escritores del solar cruceño. Se podrá pretextar que toda selección antológica es discrecional; sin embargo, cuando el propósito es exhibir lo granado de las creaciones locales, no parece adecuado cejar frente la ojeriza del cenáculo. Juzgo intolerable admitir que notables representantes de las letras bolivianas hayan sido preteridos en esta empresa. Por ello, aludiré seguidamente a algunos de los individuos que fueron relegados.

Miembro de número de la Academia Boliviana de la Lengua, gestor de narraciones y poemas que han sido resaltados por varios comentaristas, educadores e intelectuales, Enrique Kempff Mercado parece no tener los blasones suficientes como para ser destacado en Proa. Tampoco merece mayor atención su sobrino, Manfredo Kempff Suárez, primer novelista boliviano que apareció en Alfaguara, autor de Luna de locos, obra que fue traducida al polaco y que cuenta con importantes reediciones. Cuando Kempff Suárez se convirtió en académico de la Corporación, Mariano Baptista Gumucio afirmó: “La verdad es que Santa Cruz ha sido siempre un sitio mágico y el talento de Manfredo está en explotar esa cantera con maestría e imaginación desbocada, no sólo en la descripción de caracteres sino [también en] la resolución de situaciones, utilizando todos los medios de la novelística contemporánea, muchos prestados del cine”[2].

Feroz censor de Morales Ayma, Ruber Carvalho Urey ha confeccionado también libros rescatables. Aun por su éxito comercial, La mitad de la sangre no puede ser desdeñada cuando se procura listar las novelas que impactaron entre los leedores cruceños y nacionales. Incluso antes de lanzarse dicha publicación, ya el escritor Adolfo Cáceres Romero mentaba a Carvalho Urey en su célebre Diccionario de la literatura boliviana[3]. Por la relación propincua que ambos autores tienen, cito aquí mismo a Carlos Hugo Molina Saucedo, titular de copiosos volúmenes, incluido Manuela, mi amable loca, obra que fue reeditada gracias al Gobierno Municipal de Santa Cruz de la Sierra. Respecto a Molina Saucedo, conviene recordar que fue él quien redactó, en 1981, el controvertido Memorandum a Santa Cruz y su cultura, donde puede leerse: “Lo que aquí se expresará, es el intento explicativo de un estado cultural de postración en el que se encuentra un grupo humano que, por una serie de condicionantes internas y externas, pareciera haber renunciado a la actividad creativa del espíritu”[4].

Aunque pienso que la lista podría llenar innúmeros párrafos, me limitaré a enunciar un nombre más: José Wolfango Montes Vannuci. Pese a que Jonás y la ballena rosada ganó el premio Casa de las Américas, engendró una película elogiada en festivales internacionales y consolidó a su autor como uno de los capitales que tiene la literatura boliviana, su nombre no aparece ni siquiera en el famélico texto de Bowles Olhagaray. Es enigmático que un escritor tan suculento para las editoriales nacionales no tenga cabida en el grupo cruceño de Proa. Tal vez los galardones literarios no sean determinantes para mensurar la calidad del escribidor; no obstante, ellos le garantizan un espacio eterno entre sus congéneres.

Desde luego, la culpa no es de Proa. Como sus editores confiaron en que Gigia Talarico y Juan Murillo Dencker les enviarían un trabajo espléndido, éstas son las personas responsables de los despropósitos antes comentados. El predicamento de la revista fundada por Borges pudo ser aprovechado para embebecer al público extranjero, probar la rutilancia de los escritos domésticos, tentar a editores transnacionales, etcétera. Por desgracia, hubo demasiado engreimiento e indelicadeza. Al final del apartado, la tarea es tan chabacana que dos pinturas del Museo de Arte Moderno (sic) no traen ninguna leyenda que permita saber quién las creó. Sin duda, éste es el remate de un legajo que no tuvo la mejor fortuna.
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[1] Claudia Bowles Olhagaray, La escritura desde Santa Cruz de la Sierra, en: Proa, tercera época, número 70; edición de septiembre de 2007, página 76.
[2] Mariano Baptista Gumucio, Bolivianos sin hado propicio. La Paz: s/e 2002, pág. 258.
[3] Adolfo Cáceres Romero, Diccionario de la literatura boliviana (segunda edición). Cochabamba-La Paz: Los Amigos del Libro 1997.
[4] Carlos Hugo Molina Saucedo, Con olor a pujusó. Santa Cruz: Cabildo 1988, página 113.
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Nota pictórica. Aristarco de Samos (1620) es un óleo del artista Domenico Fetti.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Mi apreciado amigo:

Te agradezco mucho por tu "Crítica de una oportunidad malgastada", cuyos antecedentes conocí a través de una nota de Shimose, en El Deber, el domingo pasado. En el fondo no me extrañó mucho que me ignoraran, porque, en fin, aunque eres muy joven, ya habrás sentido agunos desgarros en ese sentido. Si los has sentido ten la seguridad de que vendrán otros. Proa es algo muy importante en Argentina, y justamente allí presenté Luna de Locos y la reeditaron dos veces, me editaron, además, Sandiablo y presenté también Margarita Hesse. Por lo tanto tuve el gusto presuntuoso y fatuo de ver mis libros - aunque fuera por pocas semanas - en las vidrieras de Florida, Corrientes y Santa Fe.
Como les haces notar se equivocan hasta en mis años literarios ¿No creerán que ya me he muerto?Soy un escritor tardío pero no viejo del todo. Desde luego que no tengo nada que ver con los años 70 u 80. Luna de Locos se publicó en La Paz en 1994 y en Alfaguara recién en 1996. Es decir que me han confundido con mi padre, que sí publicó su última obra (Filosofía del Amor) en 1975, póstumamente.
Francamente, no conozco a más del 20 por ciento de los autores cruceños que se prersentaron en Proa. Y no es por falta de ganas de leer a mis coterráneos - ¡faltaría más! - sino porque, al parecer, han escrito muy poco o no han escrito nada. Al final, eso de los "escritores sin libros" no es un decir solamente.
Te agradezco nuevamente por tu amistad y, como siempre, mi admiración por el gran estilo de tu pluma,

Manfredo Kempff Suárez
Anónimo ha dicho que…
Querido Enrique,

Como siempre, muy interesante, muy elegante y reivindicatorio tu texto.

Lamentablemente no tengo la revista Proa (estoy haciendo que me envíen las que me corresponden) y, por lo tanto, no he leído el prólogo. Estuve muy ajena a todo el proceso de selección. Por este motivo no puede darte otra opinión, una opinión, digamos, política.

Así que compartiré contigo mi punto de vista afectivo: aprecio a Claudia Bowles, no sólo porque es mi amiga, sino también porque es una gran lectora, una profesional de la crítica que ha sabido preservar sus posturas de las tentaciones del poder, del deseo siempre humano de querer caerle bien a alguien, del deseo más humano aun de ver uno su texto publicado con cierta frecuencia, sin siquiera decantarse. Considero que Claudia Bowles es una voz importante y lo puede ser más en la lectura y construcción de correlatos de la literatura boliviana. Creo que por fortuna está en un lugar muy interesante, Santa Cruz, para refrescar, o renovar, o simplemente replantear los modos en que se interpreta la literatura boliviana. Así como estamos experimentando todo un fenómeno de la literatura cruceña, es preciso que las reseñas culturales se conviertan en crítica, y practicando, prologando, arriesgándose, se lo conseguirá.

Ignoro por qué algunos escritores fundacionales de nuestra literatura no están en la antología. Toda antología es cuestionable, incompleta, a veces equívoca, pero lo importante es seguir caminando. Confiar en que siempre habrá otras oportunidades. Yo confío en que la mayoría de nosotros, los que escribimos, los que leemos, los que publicamos, los que prologamos, los que renegamos, los que descubrimos fallas en las apreciaciones literarias, hacemos lo mejor que podemos.

Espero que te esté yendo muy bien, Enrique. Y te agradezco por compartir tu texto conmigo. Siempre te leo con mucho placer.

Un abrazo,

Giovanna
Noelia!!! ha dicho que…
q super q se ve tu blog... elegante....
Albanella ha dicho que…
Antología.
(Del gr. ἀνθολογία, de ἄνθος, flor, y λέγειν, escoger).
1. f. Colección de piezas escogidas de literatura, música, etc.

Esa es la definición de Antología de la Real Academia Española. Para realizar una, las obras que van incluidas son escogidas a partir de la opinión de su autor, ya que, por obviedad, si no conoce algún nombre o libro no puede incluirlo. Vemos ahí que, para la autora, existen sólo o en resumen de los demás, dichos autores.

A pesar que por mi parte no tenga mucho con la literatura cruceña, conozco un poco acerca de algunas obras y nombres. Creo reprobable reducir tanto el número de literatos pues que sus libros no sean muy conocidos o muy difundidos (fuera de Santa Cruz, de ciertos círculos y/o nacionalmente) no quiere decir que no existan. Como ves, comulgo a medias con la reflexión de Carlos Hgo Molina. Del mismo modo podría hablarse que no existen autores benianos a lo que debe decirse que si existen y en profusión, sólo que no son conocidos.

Se debe tener cuidado acerca de cuál es la imagen que se da al medio internacional sobre nuestro país. No existen muchas figuras bolivianas renombradas y por ello, las muestras que se den sobre literatura o cultura nacional deben ser justas y correctas (nombres, fechas, etc.) si es que se quiere que haya interés foráneo.

Saludos..
Jorge Ferrufino ha dicho que…
Muy oportuna y nesesaria tu crítica. Me hiciste caer "al" tiempo una vez más.

Un Saludo.
Anónimo ha dicho que…
Nada más acertada que su crítica a la paupérrima labor de la sra.Bowles en la revista Proa 70. A parte de omitir, a Manfredo Kempf y a Wolfango Montes. Existe un crimen literario de lesa humanidad al omitir(creo que se trata de una infamia). a Jorge Suarez, quien con El taller del cuento nuevo, marcó un hito en la escritura cruceña. Como amigo muy cercano al poeta Roberto Echazú, debo hacer público que antes de morir me expresó la gran decepción que tuvo al leer el prólogo de sus obras completas. Texto ruin cometido por la Sra. Bowles. Un cordial saludo.
José Gustavo Cárdenas Ayad

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