“No tengo nacionalidad, el mejor status posible para un intelectual”.
----------------------------------------------------------------------Émile Michel Cioran
Hubo una época en la que me sentí boliviano. Con seguridad, ser el escolino abanderado fue fundamental para experimentar tan odiosa perversión. Ulular las estrofas del himno nacional era un suceso truculento: mirada estatuaria, rigidez militar y gravedad patente convergían en ese rapacejo que anhelaba tomar el solio gubernamental. Alzando la oriflama del país, mi fervor no admitía refutaciones. Gárrulos e insensatos, los educadores jingoístas[1] creían haber formado exitosamente al nuevo repúblico.
Incurrí también en el regionalismo[2]. La glorificación de Santa Cruz origina un aborrecimiento que castra legítimas reclamaciones expelidas contra el Gobierno Central. Muchos historiógrafos discantaron las tropelías sufridas por este solar, fraguadas desde aposentos palaciegos. Con todo, sostener que las excrecencias cruceñas tienen únicamente responsables andinos es una filfa; en innumerables casos, la rapacería de mis conterráneos ha sido atroz. Evaluar nuestras actuaciones antes del discurso acusatorio júzgase forzoso si no queremos cometer iniquidades.
Tentado por dulcificar las relaciones entre los pueblos del Continente, declaré una vez que América Latina era mi patria. Ahora mismo, comportando las peores filípicas, leo esos párrafos memorando el discurso de un reputado guerrillero[3]. Probablemente, la existimativa solidaridad que poseen los mendicantes haya sido tenida en cuenta al verter semejante sandez. El zagal quería emular a Bolívar: partiendo de algunas alocuciones presidenciales, soñaba con reproducir la victoria estadounidense; olvidando incontables difidencias, acometía pacificar estos lares.
La xenofobia y el racismo emergen cuando los necios intentan demostrar su aparente superioridad frente a otras personas. Lo sibilino es que, como las sectas teosóficas, estos movimientos recurren al amparo de un dios universal; notable incongruencia, pues se pretende defender intereses particulares utilizando doctrinas ecuménicas. A quien menosprecie la importancia de los postulados supranacionales, esencialmente humanos, le dedico una pregunta del sapientísimo Immanuel Kant: “Was ist der Mensch?” (¿Qué es el Hombre?). Las demás interrogaciones, allego el vendaval étnico, tienen menor valía[4].
Mi convencimiento es de tal solidez que, sin hesitar, repito con Roberto Barbery Anaya: “Un nacionalista es un sujeto pintoresco que le atribuye dignidad a la casualidad de haber nacido en alguna parte”. La patriotería exterioriza el cretinismo del que levanta un pabellón. Los Estados, a través de sus legislaciones, establecen derechos y deberes; ergo, amarlos por cumplir meras labores burocráticas es una tontedad. Además, vale puntualizar que desapruebo clarificaciones conceptuales en relación con este asunto por ser vitanda cualquiera de sus especies[5].
Exceptuando una decena de títulos, las obras que me han acompañado hirman un singular europeísmo. No repudio los cuestionamientos levantados alrededor de la civilización occidental; gracias al descontento, hemos creado instituciones que antes parecían delirantes, aun modificado entidades sacrosantas. Esto quiere decir que, si nuestra cultura ocasiona catilinarias, debemos ponderarlas con prudencia. La racionalidad instrumental y el asolamiento del medio ambiente –ambos productos de la Modernidad- son dos apóstrofes que prueban lo anterior. Sin embargo, aceptar las máculas del hemisferio no importa enaltecer a los países orientales; basta escrutar las páginas elaboradas por Georg Wilhelm Friedrich Hegel sobre el comienzo de la filosofía para saber que nuestra visión debe ser considerada como la más racional[6].
No es una calaverada suponer que mis afirmaciones puedan enfurecer a cuantiosos leedores. Siendo aristarco, ello no me sorprendería, puesto que Carlos D. Mesa Gisbert ya lo explicó esplendorosamente: “Todo aquél que se mete con un dogma de fe corre sus riesgos. Religión y patriotismo se parecen mucho. Hay cosas intocables que no tienen que ver con la razón, que alimentan el fuego de la fe. Cuando se usa la razón para cuestionarlas se cierne el peligro de la hoguera inquisitorial”[7].
[1] Una profesora que, cuando no ejercía funciones magisteriales, le buscaba exclusivistas al general Banzer fue quien me hizo leer Mein Kampf a mis vulnerables 14 años. Igualmente, los baldones arrojados por un educacionista para mancillar a la sociedad chilena forjaron esa memez llamada orgullo nacional.
[2] El formidable desprecio que siente mi progenitura por los habitantes del occidente boliviano logró dirigirme hacia ese malsano sendero. Asimismo, la paupérrima mitología de los incas llevóme a sublimar las leyendas de aquende.
[3] El 11 de diciembre de 1964, en la ONU, Ernesto Rafael Guevara de la Serna expresó con romántica firmeza: “He nacido en la Argentina; no es un secreto para nadie. Soy cubano y también soy argentino y, si no se ofenden las ilustrísimas señorías de Latinoamérica, me siento tan patriota de Latinoamérica, de cualquier país de Latinoamérica, como el que más y, en el momento en que fuera necesario estaría dispuesto a entregar mi vida por la liberación de cualquiera de los países de Latinoamérica, sin pedirle nada a nadie, sin exigirle nada, sin explotar a nadie…” (El Diario del Che en Bolivia, La Habana: Editora Política 1988, página XXVII).
[4] Como no decidimos dónde ver la luz por primera vez, alabar el territorio nativo tórnase disparatado. Ernst Nolte nos despabila cuando manifiesta: “Nada parece más irrelevante para un filósofo que el lugar de su nacimiento” (Heidegger. Política e historia en su vida y pensamiento, Madrid: Tecnos 1998, página 25).
[5] Meditando acerca del afecto que siente por su país, Mario Vargas Llosa realiza esta baldía elucidación: “Es un error confundir el nacionalismo con el patriotismo. Éste es un legítimo sentimiento de amor por el suelo donde uno nació; aquél, una doctrina decimonónica, restrictiva y anticuada, que en América Latina había enfrentado a nuestros países en guerras fraticidas y arruinado nuestras economías” (El pez en el agua, Barcelona: Seix Barral 1993, páginas 433-434).
[6] Respecto a esta temática, el criterio de Hegel posee una explicitud admirable: “La verdadera filosofía comienza solamente en Occidente. Ahí el espíritu se hunde en sí, se sumerge en sí, se pone a sí mismo allí como libre, es libre para sí; y allí solamente puede existir la filosofía; y por eso también solamente en Occidente tenemos constituciones libres” (espigado del texto Filosofía. Biblioteca Fundamental de la Educación Media chilena, Santiago: Lo Castillo 1985, página 30).
[7] Carlos D. Mesa Gisbert, La espada en la palabra. La Paz: Santillana (Aguilar) 2000, página 435.
Nota pictórica. – Desnudo en la playa de Portici (1874) es una obra del artista Mariano Fortuny.
[4] Como no decidimos dónde ver la luz por primera vez, alabar el territorio nativo tórnase disparatado. Ernst Nolte nos despabila cuando manifiesta: “Nada parece más irrelevante para un filósofo que el lugar de su nacimiento” (Heidegger. Política e historia en su vida y pensamiento, Madrid: Tecnos 1998, página 25).
[5] Meditando acerca del afecto que siente por su país, Mario Vargas Llosa realiza esta baldía elucidación: “Es un error confundir el nacionalismo con el patriotismo. Éste es un legítimo sentimiento de amor por el suelo donde uno nació; aquél, una doctrina decimonónica, restrictiva y anticuada, que en América Latina había enfrentado a nuestros países en guerras fraticidas y arruinado nuestras economías” (El pez en el agua, Barcelona: Seix Barral 1993, páginas 433-434).
[6] Respecto a esta temática, el criterio de Hegel posee una explicitud admirable: “La verdadera filosofía comienza solamente en Occidente. Ahí el espíritu se hunde en sí, se sumerge en sí, se pone a sí mismo allí como libre, es libre para sí; y allí solamente puede existir la filosofía; y por eso también solamente en Occidente tenemos constituciones libres” (espigado del texto Filosofía. Biblioteca Fundamental de la Educación Media chilena, Santiago: Lo Castillo 1985, página 30).
[7] Carlos D. Mesa Gisbert, La espada en la palabra. La Paz: Santillana (Aguilar) 2000, página 435.
Nota pictórica. – Desnudo en la playa de Portici (1874) es una obra del artista Mariano Fortuny.
Comentarios
Primero peleé conmigo por ser 'anormal' -como siempre cada que no encuentro otro pensador con similares hilaciones mentales-.
Siempre pensé que no había razón para apreciar de más la casualidad de haber nacido aquí...
Definitivamente, me identifico como SER HUMANO, c'est tout!
Estaremos atentos a la fiesta del domingo, a las 10.
Un abrazo.
el sentido de pertenencia crea identidad en tu ser, en tu personalidad, te da cierta seguridad; el sentirse parte de algo te sensibiliza, pues llegas a amar eso que crees que es tuyo también!!!, aunque en realidad sabes que no es de nadie y que ahí estaba antes siquiera que los monos llegasemos (:
eso en cuanto a la naturaleza, pero creo que el hombre crea su entorno, cada persona que trabajó por esta "tierra de nadie" influyó en lo más mínimo de nuestra ser, somos hijos de estos!!!para bien y para mal!!!! no estamos aislados pertenecemos a algo pero no solo un territorio, sino todo este entorno mágico?
Cuando hablas con alguien en la calle te reconoces y sabes que hay algo parecido entre ambos aunque no sabes quien es, no pasa lo mismo con los alemanes, americanos o brasileros, descubres que son diferentes; serán alegres, buenos, honrados, pero no te sientes en casa, no puedes mirarlos y sorprenderte al verte a ti.
Patria es idiosincrasia es pertenencia, es costumbre, no es un territorio.
coincido en que todo es fortuito, yo no nací en Santa Cruz, nací en carnaval en Cochabamba (vacaciones de mis padres), he vivido toda mi vida en esta tierra, he sudado la camiseta por esta, soy cruceña de corazón. En Cocha no me siento en casa no comprendo a la gente y ellos a mi tampoco.
Ahora... si tu no sabes de donde eres, si es que no te reconoces en nadie cuando compartes con alguien, deberías viajar, volar a otros horizontes, descubrir tu hogar. Te comprendo porque yo tambien creo que a pesar que me siento boliviana, se que si no conozco el mundo entero no sabré de donde soy, por ello debo ir a buscarlo y ser una ciudadana del mundo hasta encontrar mi hogar(que hoy pienso.. será Santa Cruz nuevamente sin duda, mas quien sabe?, tambien aquí a veces me siento un bicho raro)
Por ultimo: me encanta leerte pues me hacer pensar :)
el anterior lo lei el dia que lo escribiste y lo imprimí, mi opinión es compleja por eso no te comenté nada, tal vez en un café algun día? :)
nuevamente gracias!
Bueno el blog para el desahogo.
A petición popular (no viste cuántos levantaron la mano en el zócalo en la cnd cuando les pregunté)
Hay nuevo post en mi blog, sería un gusto verte por allá
saludos.
q loca no?
bueno, pero sigo...
Querido Enrique:
Vi que pasaste por mi blog y decidi que era oportuno devolverte la visita, sabes no? que es peligroso ser enamorado del amor?
Es peligrosisimo, aunque me puedes engañar por como escribes y que dices, pero bueno, sabes algo raro pasa cuando vengo por este blog, me gusta, me atrae, la verdad hacia rato que no me llegaba algo, sè que es tu arte, tu forma de expresarte de ser vos sin mas.
y bueno me queda felicitarte no?
aunque ya lo deben hacer otros, les dejo el "chupamedismo" a ellos.
jajjaja
>:D
oie, besos y abrazos.
a ver si algun dia un cafe frio con crema nos junta en una mesa a charlar, ya sea de negocios jajajajajja o por mero placer de conversar de todo y de nada.
me quedo con algo y una recomendacion:
anda al cine a ver la llamita blanca, soy accionista >:D jajajaj.
no mentira, me despido con la definicion de la peli en cuestion: Una comedia de amor en un pais de pelicula.
adiux!
besos y abrazos.
De vez en cuando tambien voy a pasar a ver q novedades en tu blog (si es q las entiendo jajaja). Gritos, abrazos y besos entrañable amigo :) Noelia Soruco Vargas!!!
Bueno te mando saludos desde Suiza, tus amigos DSB y yo. Chau que estes bien.....
Otro Apátrida te saluda.
www.soy.bo.nu
www.mundobohemio.bo.nu