Ir al contenido principal

El arduo reconocimiento de la diversidad

 



En el reconocimiento consentido, hay que ser capaz de mantener cara a cara dos libertades que parecen excluirse: la del otro y la mía.
Simone de Beauvoir


Paul Ricoeur pertenece a ese grupo de pensadores cuyas ideas estuvieron marcadas por el encierro. En 1939, este filósofo fue hecho prisionero. Estuvo en varios campos de concentración. No es casual que, habiendo tenido esas agudas experiencias, se haya ocupado de reflexionar acerca del mal o el sufrimiento. Sin embargo, sintió igualmente predilección por otros temas. Así, en distintas páginas, se decantó por escribir sobre la relación con los demás. No cabe, pues, imaginar a quien trabaja en un despacho sin tener presente al prójimo, evitando razonar acerca de cuál es su importancia para nuestra propia existencia. Es cierto, la filosofía tiene que ver con el conocer, mas interesa también reconocernos en ese otro. Nadie niega que sea difícil, por lo cual su esfuerzo se destaca. Esto se nota cuando leemos el último de sus libros, Caminos del reconocimiento, aparecido en 2005.
        Nada tan sencillo como convivir con los que piensan de modo similar. Es verdad que, salvo desde una perspectiva jurídico-política, entre otras pocas excepciones, no somos iguales. Cada uno cuenta con manías, prejuicios, pero asimismo creencias e ideales, que pueden servir para distinguirnos del resto de quienes conforman una sociedad en particular. No obstante, en muchos casos, si consideramos temas de mayor trascendencia, como la condena del asesinato, las diferencias pierden fuerza. Teniendo valores y principios compartidos, como el respeto a la dignidad, los vínculos con otras personas son favorecidos. El problema es que esta suerte de común denominador no resulta siempre tan evidente. Es más, en ocasiones, para lograr este acuerdo mínimo, debemos realizar concesiones que nunca hubiésemos concebido. En cualquier caso, tendremos un bien mayor por el que valga la pena luchar. La política hace posible que lo comprendamos así.
        En democracia, cabe la preocupación por evitar dos errores. Por un lado, no tenemos que confundir minoría con mayoría. Sucede que, cuando se obtiene un porcentaje importante de votos, pero inferior al 50% más uno, alguien podría sentirse tentado a creerse la voz del poder supremo. Hay que considerar la presencia de otros grupos, sectores, individuos con igual o similar representatividad. Todos tendrían el deber de buscar las mejores soluciones a los problemas sociales. Por otro lado, está el peligro de suponer que una mayoría equivale a totalidad. No, ni siquiera con el 99% de apoyo del electorado se aceptaría esto como válido. Aun cuando se trate de un disidente, éste tiene derecho a manifestar su disconformidad, ejercer facultades, formular reclamos y, desde luego, exigir un trabajo gracias al cual nuestra realidad mejore.
        Si es imposible contar con una realidad uniforme, en donde todos sean reflejos de un mismo sujeto, debemos optar por la convivencia plural. Es lo que la sensatez indica. Creo que hasta la fuerza lo sustenta, es decir, nuestra incapacidad de acabar con el otro. Así como la tolerancia puede surgir por tomar consciencia de la imposibilidad de vencer al contrario, corresponde esforzarnos para tener una convivencia diversa, plural, tal vez incómoda. Negarse a reconocer que los demás, quienes no coinciden con nuestras posturas, aunque sea parcialmente, forman parte del mismo escenario social, político, cultural o aun económico, es una posición incompatible con la realidad. No sólo esto. Suponer que no se justifica ningún esfuerzo para ese tipo de convivencia implica renunciar a la democracia, al civilizado modo de lidiar con el poder.

Nota pictórica. La danza es una obra que pertenece a Wilhelm Kotarbiński (1849–1921).

Comentarios

Entradas populares de este blog

Vida y obra de Manfredo Kempff Mercado

      Fue un caso extraordinario de entusiasmo y amor hacia la filosofía. Augusto Pescador   1. Aspectos biográficos   Manfredo Kempff Mercado nació el 8 de enero del año 1922 en Santa Cruz de la Sierra. Fue hijo de un médico alemán, Francisco Kempff, y una dama cruceña, Luisa Mercado, quienes tuvieron cinco hijos, los que realizaron aportes de importancia a la sociedad. A propósito, se destaca lo hecho por Enrique, hermano mayor de Manfredo, pues debe ser considerado como uno de los principales escritores del siglo XX en Bolivia. Asimismo, se resalta la figura de Noel, importante biólogo que, trágicamente, fue fatal víctima del narcotráfico, desencadenando una indignación ciudadana que sirvió para repudiar a los que incurrían en esos hechos ilícitos. Nuestro pensador obtuvo su bachillerato en el Colegio Nacional Florida. Luego, contando veintidós años, se tituló de abogado gracias a la Universidad Autónoma Gabriel René Moreno. Su tesis, defendida ...

Les presento mi nuevo libro: «Escritos anti-Morales. Reflexiones de un opositor liberal»

- Prólogo de Manfredo Kempff Suárez - Conocí a Enrique Fernández García en La Paz, hace un par de años, por intermedio de Mariano y Fernando Baptista Gumucio, naturalmente que en algún acto cultural que hoy no recuerdo. «Este es un joven cruceño, lleno de inquietudes y talento, que promete muchísimo», me dijo Mariano, con agregados complacientes de nuestro querido y extrañado Fernando, fallecido hace poco. Si los Baptista Gumucio afirmaban eso, por algo sería. Y en efecto, poco después, leyendo algunas notas de Enrique, me sorprendí por su estilo impecable y culto, y por sus enormes conocimientos filosóficos, jurídicos, históricos y literarios. Pero, además, por su capacidad de análisis y de interpretación de las cosas, hecho poco frecuente en Bolivia. Los estudios de Derecho, la cátedra universitaria, la actividad periodística, su inquietud política, pero sobre todo su infinidad de lecturas, nos señalan que, como afirmaban quienes lo conocieron antes, estábamos fren...

Manfredo Kempff Mercado, un héroe del pensamiento

- - Sencilla y deleitable tarea hablar de los triunfadores, porque exaltando sus proezas es como si buscáramos estímulo para el propio ascenso. Fernando Diez de Medina - La vida, pensamiento y obra de algunos individuos sirven para confirmar vocaciones que, por distintas razones, pueden permanecer oprimidas hasta el último estertor. Es una interpelación que se nos hace, un llamamiento del cual la menor evasiva resulta incalificable. No se trata de copiar al que haya logrado concentrar nuestras atenciones, pues, con escasas salvedades, las reproducciones en este ámbito son defectuosas. Los siglos están colmados de mortales que han pretendido emular, sin éxito, a quienes alcanzaron la cima. Son incontables las caricaturas, esos bufones que, privados de originalidad, estudian gestos, poses e ideas del prójimo para simular excepcionalidad. Ellos no contribuyen al homenaje que debe rendirse a los grandes individuos, menos todavía si descollaron por sus reflexiones. Porque éstos me...