¿Qué es un hombre rebelde? Un
hombre que dice que no.
Albert
Camus
Por cada una de las
muertes que produjo su Gobierno. Pienso en Christian Urresti, a quien sus
movimientos sociales mataron en la calle, sin olvidar al joven Limbert
Guzmán, reciente víctima de la misma barbarie. No existe un solo régimen que,
en la Bolivia contemporánea, supere sus cifras de brutalidad. Han utilizado a
policías y miltares, sin duda; no obstante, el protagonismo fue asumido por sus
hordas. Porque dejemos de lado su idealización. Mucho se ha hablado, escrito,
debatido, reflexionado sobre su aporte a la democracia. Se ha llegado al extremo
de plantear que sus actuaciones sirvieron para mejorar nuestra convivencia. Lo
cierto es que, si revisáramos cuáles fueron sus prácticas durante los gobiernos
del tirano, no quedaría nada para realzar. Fueron quienes cercaron ciudades,
hostigaron autoridades, maltrataron parlamentarios, levantaron las banderas del
autoritarismo sin un ápice de pudor: hicieron de todo por evitar que se conviva
conforme a las reglas del orden más o menos civilizado. Sí, hubo ignorancia,
que fue aprovechada por el oficialismo; sin embargo, son centenares, más aún miles,
quienes se movilizaron con plena consciencia del abuso.
Esta insurrección se da igualmente debido a su obscena falta de
honradez. No hay ninguna instancia del Gobierno que se haya librado de la
corrupción. Podemos recordar a Nemesia Achacollo, por supuesto, pero cabe
también evocar al honorable Santos Ramírez, entre otra gente que sirve como
símbolo del oficialismo. La militancia de su partido puede ser dividida entre
quienes roban poco y los que, en cambio, atracan más. Los individuos con
decencia se constituyen en una minoría tan raquítica cuanto imperceptible. Esta
desgracia ha sido posible por la impunidad, esa conocida ausencia de castigo
que favorece a sus correligionarios, salvo cuando, para preservar las
apariencias, sacrificaron alguno. Camiones, tractores, canchas deportivas,
etcétera: todo les ha servido para incrementar sus billeteras a costa de la
ciudadanía respetable que hay todavía en Bolivia. Creían que nadie se hartaría
de su inmoralidad; el presente les muestra lo contrario.
La rebelión es asimismo un rechazo a la mentira. Desde las más altas esferas,
con un sujeto que falsea su pasado académico, hasta los niveles inferiores, la
verdad no es una virtud del régimen. Ni siquiera un tema tan íntimo como la
familia, como el reconocimiento de hijos, se exceptúa en sus deplorables
prácticas. Sus engaños tienen ya carácter delictivo. Porque lo que pasó en las
elecciones generales, según lo probado con generosidad, fue un descomunal
fraude. Tenían la intención de continuar gobernando, imponiendo sus dictados,
sobre la base del embuste. Su problema es que ya no se tolera ese
distanciamiento de la realidad, una en donde ellos son siempre estafadores y
no, víctimas. Sé que no cesarán en ese propósito; de hecho, al hablar de golpe,
siguen con esa misma conducta. Pero no deben importarnos sus designios, el
cinismo que los acompaña como la sombra al cuerpo; se trata de dar por acabado
este falaz proceso.
Por último, cabe decir algo de su ineptitud. Nunca hubo una época mas
propicia para facilitar el desarrollo de un país. Los precios internacionales
de las materias primas, verbigracia, fueron extraordinariamente beneficiosos.
Pese a ello, el régimen desaprovechó el escenario, prefiriendo las trabas a la
libertad económica, incurriendo en medidas demagógicas, como los bonos,
absurdos estatistas (¿cuántas empresas públicas fracasaron?), por mencionar
algunos ejemplos. Cualquiera que revise la deuda del Estado, tanto externa como
interna, comparándola con lo sucedido al inicio del Gobierno, se dará cuenta
del despropósito. Tampoco hicieron nada para mejorar la educación. ¡Ni siquiera
permiten que haya participación en pruebas internacionales para saber dónde se
hallan los estudiantes de Bolivia! Respecto a la salud, todos sabemos que el
único cambio fue traer médicos cubanos, despreciar a galenos e instituciones
bolivianas. La última de sus ilusiones, el Seguro Universal de Salud, no ha servido
sino para la propaganda. Por lo tanto, así sea debido a su evidente
mediocridad, habría razones válidas para invitarlos a dejar el poder. Por
fortuna, es lo que está siendo solicitado, con el respaldo ya de la Policía,
una entidad que fue degradada hasta convertirla en guardia sindical. La
dignidad nos deja sin opciones.
Nota fotográfica.
La imagen es del diario Los Tiempos.
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