Es necesario, por el contrario, que esto quede bien claro: nadie puede pensar que una libertad, conquistada durante estas convulsiones, tendrá el aspecto tranquilo y domesticado que algunos gustan soñar. Albert Camus En salones franceses del siglo XVIII, intelectuales como Voltaire y Diderot se encontraban con otros para dialogar acerca de diferentes asuntos. Teniendo una gran cultura, cada uno tomaba la palabra e iniciaba reflexiones que no generaban interrupciones groseras ni bostezos del semejante. Se hablaba de literatura, mas también del poder político. Madame Roland, por ejemplo, fue anfitriona de quienes, en esos ambientes, mediante las deliberaciones correspondientes, apostaron por contrarrestar el jacobinismo. Lo relevante es que, en tales circunstancias, era viable la posibilidad de conversar con el prójimo, razonar sobre sus posiciones, aun expresar desacuerdos profundos. Es cierto que no era un fenómeno masivo; sin embargo, nos muestra un nivel envidiable...
Olviden la ordinariez que infesta nuestra sociedad, los deberes preceptuados por las agendas laborales y el diplomático recurso de no insultar al prójimo... Caerse del tiempo demanda una extravagancia posmoderna: vivir, aunque sea un instante, con total libertad.