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Para debatir con García Linera





La vanidad innata, que tan susceptible se muestra en lo que respecta a nuestra capacidad intelectual, no se resigna a aceptar que aquello que primero formulamos resulte ser falso, y verdadero lo del adversario.
Arthur Schopenhauer


Conforme a lo explicado por Humberto Giannini, la filosofía es un “modo de vivir a la intemperie”. En efecto, desde Sócrates hasta Sartori, esos pensadores no han anhelado las protecciones, esas seguridades proporcionadas por tradiciones, prejuicios y dogmas. Parten de preguntas; después, persiguen respuestas, pero jamás proclaman que tienen contestaciones definitivas. Un caso distinto es el del sabio. Este tipo de persona tiene una postura que se resiste a la humildad intelectual. Uno debe acudir a él no para formular interrogantes, sino en busca de ser iluminado. Por esta razón, cuando alguien que aparenta tener todas las verdades abre la posibilidad del debate, debemos celebrarlo. Así, frente al inverosímil reto lanzado por Álvaro Marcelo García Linera a exautoridades y líderes políticos de Bolivia, pienso en algunos temas que pueden serles útiles. En esta oportunidad, me limito a explotar tres ámbitos que creo valiosos y en los cuales, según el funcionario desafiante, su solvencia es innegable.
Partamos con las matemáticas, que, lamentablemente, no produjeron mayores inquietudes en García Linera. Porque no hay ninguna tesis o problema que lleve su firma: descarten hallar algún “Teorema de Kananchiri”. Pese a esto, supongo que los años en la Universidad Nacional Autónoma de México le sirvieron de algo. Por lo tanto, aunque me hubiese gustado tratar la paternidad del cálculo infinitesimal, reivindicando al gran Leibniz frente a Newton, propongo una cuestión menor. Interesa conocer cómo un discípulo de Pitágoras pudo hablar de “empate técnico” cuando ninguna fórmula seria lo apoyaba. Se sospecha que, como en otras ocasiones, hubo sólo malabarismo verbal o, resumiéndolo, repudio a un ejercicio de los derechos políticos que contravino sus intereses.
Para no ser demasiado rigurosos, sigamos con la literatura. Sé que las páginas del gobernante de marras invitan al bochorno si se consideran desde una perspectiva estética. Pareciera que, teniendo alma de revolucionario, haya intentado una transformación del lenguaje, molestando al lector con sus insufribles adjetivaciones o, cual el indigerible Hegel, ensombreciendo ideas, peor todavía cuando trata de ser poeta. Con todo, lo que planteo es reflexionar sobre por qué, siendo, supuestamente, amante del mundo de las ideas, su Vicepresidencia no ha publicado ninguna obra con reflexiones distintas ni, menos aún, contrarias al pensamiento que pregona el régimen. Convengamos en que, incluso para los fanáticos, conocer las alegaciones del contrario, aunque sea éste demoníaco, sirve para confirmar su fe. ¿Por qué se insiste con el adoctrinamiento? Apunto que, mientras se destinen recursos públicos para esos fines, la pregunta resultará válida.
Por último, arribamos al campo de la política. Desecho el fácil recurso de recordarle sus escritos del pasado neoliberal, donde atacaba al Estado de Derecho y a los empresarios, hoy adictos al régimen. Interesa un asunto que va más allá de las imposturas del área intelectual. Me refiero a una cuestión conceptual. Acontece que, si la libertad de pensamiento y expresión, teóricamente defendidas por el MAS, pueden originar diferentes ideas, programas y hasta partidos, con lo cual tendríamos un pluralismo compatible con la diversidad humana, ¿por qué considera democráticos a países con partido único? Es más, ¿cuál es la razón que justifica su respaldo a una cristalina dictadura como la de Venezuela? Imagino que la sapiencia plurinacional puede guiarnos en torno a ello.

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