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El pueblo inculto como riesgo para la democracia

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“Mas toda la multitud dio voces a una, diciendo: ¡Fuera con éste, y suéltanos a Barrabás!”.

Lc 23,18

Conforme a Servando Teresa de Mier, en las repúblicas hispanoamericanas que surgieron hace casi dos centurias, el concepto de voluntad general era metafísicamente valedero, pero inaplicable debido al nivel cultural de sus habitantes. Esta tesis es sostenida por grandiosos pensadores latinoamericanos del siglo XIX; las críticas a un pueblo que no está listo para ejercer los roles encargados por la democracia representativa son, pues, frecuentes(1). En efecto, el tutelaje de los novísimos ciudadanos se juzgaba razonable porque la plebe nunca había garantizado ningún orden. Con todo, estos cuestionamientos no tienen originalidad, ya que recuerdan meditaciones vinculadas al despotismo ilustrado, cavilaciones que buscaban darle sustento a una monarquía preocupada por el adecentamiento del pópulo, pero renitente a otorgarle facultades decisorias en la vida política.

El desprecio por las nociones del común de la gente se halla en diversos autores. Mencionaré dos casos para no alejarme mucho del tema central. Roger Bacon, prominente filósofo inglés, dice: “Son cuatro los obstáculos para el conocimiento de la verdad: la frágil e indigna autoridad, la costumbre, la opinión del pueblo indocto y la propia ignorancia disimulada por una sabiduría ficticia”(2). Caminando por el mismo sendero, Bernard Mandeville declara sin sutilezas: “Yo no escribo para la multitud; me dirijo al pequeño número de personas elegidas que saben reflexionar y elevarse por encima de la vulgaridad”(3). Como varios escritores y filósofos, ambos razonadores suponen que la mayoría de los hombres objetan cualquier ejercicio intelectual, porque reputan superfluo incurrir en recogimientos gratuitos, esto es, actividades inadecuadas para la obtención de satisfacciones dinerarias. Siendo pocos los mortales que aspiran a reforzar sus conocimientos, guerrear contra las personas majaderas e iluminar la sociedad donde moran, su ideario no debería ser arrinconado jamás en aras de privilegiar dictámenes populares pero vanos y, a menudo, contraproducentes. Tendría que ser así; no obstante, nuestra realidad gusta del absurdo.

Cuando una población está compuesta por sujetos que no han accedido a la reflexión crítica autónoma, lo porvenir adviene junto con los peores gobernantes. Son riesgos de una forma gubernamental que no admite grandes distinciones al reconocer derechos políticos: cumpliendo cierta edad, todos pueden elegir a sus autoridades nacionales, departamentales o municipales. El problema no sería tan turbador si los candidatos elaboraran planes de acuerdo con lineamientos enseñados por la razón, asumieran que todo cargo público exige una preparación seria y no sólo ansias pecuniarias. Desgraciadamente, quienes participan en la disputa electoral suelen tener otras características: demagogia, rustiquez mental, corruptibilidad e inagotable concupiscencia. Ello significa que, salvo casos extraordinarios, las sociedades preponderantemente incultas eligen a sus dirigentes sin analizar los aciertos del programa ofrecido ni la verosimilitud de las promesas electorales(4). Como cuantiosos votantes actúan según dictados emocionales, no sorprende que José Wolfango Montes Vanucci haya escrito: “En nuestro país, para brillar, no se precisaba inteligencia sino garganta”(5).

“Lamentablemente, las cualidades requeridas para conquistar el Poder y conservarlo no tienen, en general, ninguna relación con las cualidades necesarias para ejercer ese Poder con competencia e imparcialidad”(6). Estas palabras de Jean-François Revel permiten mostrar otra faceta del asunto tratado. Acontece que, si bien la elección del candidato menos lúcido es perjudicial, las gestiones desarrolladas por éste hacen peligrar instituciones, reglas y convenciones vitales para cualquier Estado moderno. Lo llamativo es que se puede estar delante de un Gobierno elegido democráticamente, mas también decidido a terminar con esa obra humana. A fin de consumar este despropósito, considerando el actual panorama vulgar, le sobrarían ayudantes, exclusivistas que no aprecian las ventajas de vivir en donde los derechos fundamentales pueden más que un caudillo iletrado; dicho de otro modo, al tirano se le ofrecerían hombres resueltos a transformarse en instrumentos del aniquilamiento republicano. No exagero, pues "el totalitarismo considera a las masas no como seres humanos autónomos, que deciden racionalmente su propio destino y a quienes hay que dirigirse, por tanto, como sujetos racionales, sino como simples objetos de medidas administrativas, a quienes hay que enseñar, por encima de todo, a ser humildes y obedecer órdenes"(7).

Habiendo elegido a un político que no cespita si le toca generar hambrunas y mayor cesantía para soterrar a los oposicionistas, la porción cultivada del electorado debe recordar aquello que Domingo Faustino Sarmiento dijo a Valentín Alsina cuando experimentaban los efectos de un infortunio similar: “Tenemos lo que Dios concede a los que sufren: años por delante y esperanza”(8). Tal vez la calamidad dure un lustro; lo axiomático es que no conseguirá subyugar a todos los ciudadanos. Por suerte, hay individuos que, abandonando el sosiego del lugar común, revelaron temerariamente las pretensiones de un oficialismo tóxico. La horda puede seguir apologizando a su adalid; el deseo por tener una sociedad libre permanecerá íntegro hasta derrotarlos en las arenas que correspondan.

Procurando un remate antológico, cedo a la tentación de invocar al enorme Alcides Arguedas Díaz, quien escribió mientras discurría sobre Bautista Saavedra Mallea: “Como todo estudioso desinteresado y sincero, conocía las deficiencias de la turba, sus taras, sus vicios y la despreciaba profundamente, sosteniendo que las democracias semianalfabetas encumbraban fatalmente a los mediocres y que la popularidad en ellas era un signo evidente de vileza y de inferioridad”(9). Que los mentecatos continúen buscando el regazo del tropel; yo, rechazador de adulaciones sindicales, me quedo pensando en la quimérica ciudadanía ilustrada.

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(1) Cfr. Gustavo Escobar Valenzuela, La ilustración en la filosofía latinoamericana. México D.F.: Trillas 1990 [1980], páginas 48-53.

(2) Cita espigada por Guillermo Francovich en Los ídolos de Bacon, La Paz: Juventud 1974 [1938], págs. 11-12.

(3) Gustavo Escobar Valenzuela, obra citada, página 57.

(4) Al respecto, conviene rememorar a Herman Fernández: “Sabiendo que la masa de votantes se decidirá por el candidato cuyas proclamas se identifiquen más con ella; sabiendo que la identidad o determinación de la masa es escasa y manejada con más facilidad por los grupos de poder; y sabiendo, por último, que sus intereses expresados no coinciden muchas veces con sus intereses auténticos, superiores y duraderos; sabiendo todo ello, una pregunta surge con fuerza irresistible: el representante ¿debe ser elegido por apoyo mayoritario? O ¿deben los representantes, por el contrario, ser identificados de entre los más capaces, virtuosos y entregados, por mecanismos no utilizados todavía?” (Libertad puesta a prueba; Santa Cruz: Edición Municipal 1990, pág. 165).

(5) Wolfango Montes Vanucci, ¡Bolivia, adiós! Santa Cruz: La Mancha (La Hoguera) 2006, página 255.

(6) Jean-François Revel, Ni Marx ni Jesús. De la segunda revolución norteamericana a la segunda revolución mundial. Buenos Aires: Emecé 1971 [1970], pág. 58.

(7) Theodor W. Adorno, Ensayos sobre la propaganda fascista. Psicoanálisis del antisemitismo. Buenos Aires: Paradiso 2005, página 11.

(8) Carta-prólogo a la segunda edición de Facundo o civilización y barbarie en las pampas argentinas. Buenos Aires: Emecé (edición especial para La Nación) 1999 [1845], pág. 320.

(9) Alcides Arguedas, La danza de las sombras (tomo II). La Paz: Juventud 1982 [1934], página 157.

Nota pictórica. La obra que ornamenta el texto fue forjada por Ivanka Drofovska en 1990.

Comentarios

RS-7980 ha dicho que…
zapatero a tus zapatos! dirîa yo. el gobierno del senhor morales permite obtener evidencia empîrica de la importacia de la formaciôn de las êlites gobernantes; ademas es evidente que un carnicero no puede realizar una cirugia mayor.
Anónimo ha dicho que…
Yo prefiero hablar de la "Oligarquía empresarial como enemiga del Estado boliviano". Siento que es más realista que la tuya, o totalmente válida, aunque te enoje.
Anónimo ha dicho que…
No faltan los malagradecidos con una patria que les hizo posible salir de la ignorancia. Hoy pretenden burlarse del unico gobernante que intenta transformar esta sociedad para que todos sus habitantes, incluido ese "pueblo inculto", puedan vivir bien.
Anónimo ha dicho que…
Vuelves a las palabras reaccionarias. Si la erudición solamente sirve para soslayar los resultados de un gobierno que ataca de frente los principales problemas del país, habría que pensar en quedarse ignorantes. Mejor no. Mejor es seguir luchando con quienes buscan engañarnos, pero ya no lo conseguirán. Su tiempo ha terminado. ¿Lo sabías?
Anónimo ha dicho que…
Lo tuyo no deja de ser triste. Nunca faltan los intelectuales que prefieren los lujos del palacio a defender a quienes sufren las injusticias que son provocadas por una desigualdad ecnómica superior a la de muchos países del hemisferio. Te falta mucha humildad y hiedes a racismo.
Jorge Ferrufino ha dicho que…
No encuentro consecuencia en los conceptos.

"Demos" pueblo, "Kratos" poder.
¿Que nos dice eso?
Si se está en contra de la ignorancia de un pueblo, la logica nos dice que también deberiamos estarlo de la democracia.
¿O me equivoco?
Podemos hacer un silogismo para que entendamos todos.

El pueblo vota en las elecciones.
El pueblo es ignorante.
Los electores son ignorantes.

...Dicen que la resaca se cura con más alcohol, aunque eso conlleve a generar más borrachera.
K7 ha dicho que…
"Siento horror por todos los oficios. Amos y obreros, todos campesinos, innobles. La mano que sostiene la pluma es igual a la que ara. -¡Que siglo de Manos!-..." Arthur Rimbaud Fragmento de "Mala Sangre" del libro "Una temporada en el infierno"

Todo es lo que es y tiene su historia que lo lleva a lo que se produce actualmente, todo es un proceso, y este es su problema el proceso, bendito modernidad que nos lleva a repetir un pasado, jajaja
utópico ha dicho que…
jajaja...
y lo coronas todo citando a Arguedas... en fin, no se puede esperar otra cosa de la erudicion colonial a la que tanto te apegas, citando puro europeos, y los dos racistas latinoamericanos mas encumbrados. con eso nomas destapas por donde corre tu verdadera 'erudicion'

no hace falta ser muy letrado para vivir en democracia, sino preguntaselos a los gringos, que la mayoria no sabe que su pais limita con mexico, o no te podrian responder donde estan situados los continentes.

eso si, acepto que el gobierno boliviano ha cometido muchisimos errores. no hay que citar a john locke para darse cuenta de ello... los que se equivocan y mucho, son tambien los pseudo autonomistas... que por mas que leen y leen, creen encontrar la libertad defendiendo a los oligarcas de su tierra... jajaja... que comedia.

lo mejor de todo es que escribes como para que solo los zurdos te entendamos, porque aceptemoslo, quienes son los que mas teorias y filosofia han leido? jajaja... lo triste es que muy pocos liberales te entenderian, y lo mas triste aun es, que la mayoria de la gente no sabria de que cuernos estas hablando. puede ser que ese sea tu objetivo, bien logrado!

saludos!!
Outsider ha dicho que…
Este post, sus reacciones y tu reciente y surrealista "plagiamiento" mexicano, solo eso para no extenderme demasiado, demuestran una vez más la calidad de tu razonamiento y tu prometedor futuro como "Martillo de Progres" (sorry Vidal-Folch)...

Saludos,
J. P. Martínez ha dicho que…
Coincido con algunos planteamientos del post. Sólo que en la realidad, ¿cuál es el estándar para medir la cultura de un pueblo? ¿que todos tengan estudios? ¿que todos tengan trabajo? ¿que todos hallan leído a Goethe?

Infortunadamente, muchos tiranos han gobernado el mundo con el pretexto de que "el pueblo es inculto". Tendríamos que comenzar con definir "cultura" o "educación".

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