Los mortales que han tenido la ventura (¿infortunio?) de conocerme pueden amparar esta declaración: poseo una memoria extraordinaria. Gracias a ella, he recordado todo el discurso proferido en fecha 17 de noviembre del año que agoniza, cuando presentamos nuestros libros al pueblo beniano. Mientras corrijo un ensayo filosófico, te invito a evaluar mis habilidades retóricas.
Hace muchos años, Quevedo, célebre literato español, expresó: “Dios te libre, lector, de prólogos largos”; yo, modificando discrecionalmente la frase, podría decir hoy: “Dios te libre, espectador, de discursos kilométricos”. Por ello, procurando evitar los indeseables bostezos, meditaré acerca de nuestras creaciones con el laconismo que me aconseja la prudencia.
El pensador John Dewey enseña que la mejor forma de entender una filosofía es preguntarse contra quiénes se dirige. Sin duda, este razonamiento debería ser observado por el mortal que acometiera analizar nuestra obra colectiva. Batallar contra la necedad, los corruptos y mediocres constituye una de las principales motivaciones que tuvimos al elaborar estos tres volúmenes: Universidad enferma, Libro blanco y La dictadura del Cuarto Poder. Hasta ahora, hemos sido enemigos pertinaces de todo lo que infesta nuestra sociedad; lo futuro, espero, nos encontrará prestos aún a seguir luchando por alcanzar días mejores.
Jean-Paul Sartre, eminente filósofo francés, manifestó en una ocasión: “Si el escritor escribe para sí no tiene razón de existir, porque su relación con la página se agota en el concepto del soliloquio”. Hay una disyuntiva que persigue siempre al intelectual: encastillamiento o altruismo; recluirnos en nuestra casa o compartir las ideas que forjamos cada día. Nosotros hemos optado por airear nuestras reflexiones esperando iniciar un diálogo con el humano que haya cometido la osadía de leernos. Nada de torre de marfil; aquí, generoso público, existen dos personas que anhelan contribuir al mejoramiento del mundo, sin poses, imposturas ni afectaciones. Una prueba clara de lo afirmado es la candidatura del otro autor, Octavio Gutiérrez Figueroa, quien, durante la lidia electoral, mostró una envidiable lucidez que terminó fulminando a sus oponentes en numerosos debates. Casi tres mil personas le dieron su apoyo; incontables sujetos lo convencieron de -en tus palabras, querido amigo- postergar la victoria.
Algunos individuos han criticado la ferocidad de los libros. Muchos sujetos, acaso neolectores, nos endilgan, desde la época universitaria, una pedantería que no tenemos. Eso sí, debemos reconocer que los traidores nos provocan un tedio colosal. Uno es dadivoso hasta que la otra persona lo agravia con su deslealtad. En cuanto a los insultos, conviene recordar lo que dijo el entonces concejal Roberto Barbery Anaya al ser cuestionado por sus múltiples críticas: “Cariño busco en mi casa”.
Finalmente, debo confesar la satisfacción que siento por presentar nuestros libros en este Departamento. Aunque abomino del regionalismo –soy voluntariamente apátrida-, es innegable que su cortesía me hizo olvidar mi vilipendiada condición de cruceño. Tras esto, el Beni ya no es más una referencia geográfica; se ha convertido en un recuerdo placentero.
Nota singular. En torno a las alocuciones, juzgo necesario revelar mi animosidad contra los oradores que leen, intentan ser comediantes o emplean cualquier tipo de muletilla.
Hace muchos años, Quevedo, célebre literato español, expresó: “Dios te libre, lector, de prólogos largos”; yo, modificando discrecionalmente la frase, podría decir hoy: “Dios te libre, espectador, de discursos kilométricos”. Por ello, procurando evitar los indeseables bostezos, meditaré acerca de nuestras creaciones con el laconismo que me aconseja la prudencia.
El pensador John Dewey enseña que la mejor forma de entender una filosofía es preguntarse contra quiénes se dirige. Sin duda, este razonamiento debería ser observado por el mortal que acometiera analizar nuestra obra colectiva. Batallar contra la necedad, los corruptos y mediocres constituye una de las principales motivaciones que tuvimos al elaborar estos tres volúmenes: Universidad enferma, Libro blanco y La dictadura del Cuarto Poder. Hasta ahora, hemos sido enemigos pertinaces de todo lo que infesta nuestra sociedad; lo futuro, espero, nos encontrará prestos aún a seguir luchando por alcanzar días mejores.
Jean-Paul Sartre, eminente filósofo francés, manifestó en una ocasión: “Si el escritor escribe para sí no tiene razón de existir, porque su relación con la página se agota en el concepto del soliloquio”. Hay una disyuntiva que persigue siempre al intelectual: encastillamiento o altruismo; recluirnos en nuestra casa o compartir las ideas que forjamos cada día. Nosotros hemos optado por airear nuestras reflexiones esperando iniciar un diálogo con el humano que haya cometido la osadía de leernos. Nada de torre de marfil; aquí, generoso público, existen dos personas que anhelan contribuir al mejoramiento del mundo, sin poses, imposturas ni afectaciones. Una prueba clara de lo afirmado es la candidatura del otro autor, Octavio Gutiérrez Figueroa, quien, durante la lidia electoral, mostró una envidiable lucidez que terminó fulminando a sus oponentes en numerosos debates. Casi tres mil personas le dieron su apoyo; incontables sujetos lo convencieron de -en tus palabras, querido amigo- postergar la victoria.
Algunos individuos han criticado la ferocidad de los libros. Muchos sujetos, acaso neolectores, nos endilgan, desde la época universitaria, una pedantería que no tenemos. Eso sí, debemos reconocer que los traidores nos provocan un tedio colosal. Uno es dadivoso hasta que la otra persona lo agravia con su deslealtad. En cuanto a los insultos, conviene recordar lo que dijo el entonces concejal Roberto Barbery Anaya al ser cuestionado por sus múltiples críticas: “Cariño busco en mi casa”.
Finalmente, debo confesar la satisfacción que siento por presentar nuestros libros en este Departamento. Aunque abomino del regionalismo –soy voluntariamente apátrida-, es innegable que su cortesía me hizo olvidar mi vilipendiada condición de cruceño. Tras esto, el Beni ya no es más una referencia geográfica; se ha convertido en un recuerdo placentero.
Nota singular. En torno a las alocuciones, juzgo necesario revelar mi animosidad contra los oradores que leen, intentan ser comediantes o emplean cualquier tipo de muletilla.
Comentarios
Aquí estoy.
Lista para leer.
Salvo, que, dependiendo la ocasión, juzgo de de vez en cuando la comedia es importante para mantener la atención al vilo.
(Hay que recordar que el ser humano es capaz de mantener la atención por 10 a 15 min. nada más, luego de eso, es preciso retomar con algo que llame con fuerza)
Saludos,
Es cierto "está todo mal", el abuso que se comete a diario es abominable; este sábado en el programa se va a criticar algo atroz: Unitel habló con la madre de una niña asesinada por su padre, ella en shock nervioso, etc... ya se imaginan el cuadro y lo vampiresco de la cuestión. Lo voy a decir así: "son unos hijos de puta".
Yaaaa... salió
Cambiando de tema, linda charla la del jueves, para en otra me tomo un expreso, jajaja :P
Saludos caido del tiempo.
pd.
Si miras la realidad mas de cerca la veras en pixeles =DDDDDDDDDDDD
Besos y abrazos de esperanza :P
Saludos.