El concepto
técnico y filosófico de libertad, el único que aquí consideramos, significa
sólo esto: autonomía de la elección.
Jean-Paul Sartre
Lo más irritante no es que
un imbécil gane los comicios, sino el hecho de ser apoyado por multitudes. En
efecto, libremente, sin la existencia de coacciones, excepto aquélla impuesta
por su conciencia, cuantiosas personas apoyan al individuo menos apropiado para
representarlos con seriedad. La historia está llena de catastróficas elecciones,
cuya fuente no es otra que nuestra propia voluntad. Yo admito que, recurriendo
al engaño y la populachería, cualquier mentecato podría recibir esa confianza. Las
poses que cautivan al común de los mortales no han variado mucho desde su
aparición en el planeta. Pese a ello, será siempre censurable que, para
provocar simpatía, se finjan intereses, desechándolos cuando la meta sea lograda.
Con certeza, esos embaucadores merecen una reprobación enérgica. No obstante,
aunque se haya forjado una campaña perturbada por los embustes del prójimo, quienes
ceden a sus encantos son también culpables de las devastaciones consumadas en
el futuro. Es la responsabilidad que debe asumir un hombre racional.
La democracia es un sistema que se arruina por las malas decisiones de
sus practicantes. No olvidemos que, cuando son masivos, los errores pueden afectar
la convivencia, tornándola severamente insoportable. No me refiero sólo a la
elección de patanes como gobernantes, puesto que hasta estos sujetos podrían hallarse
restringidos por normas e instituciones civilizadas. En este instante, recuerdo
a varios bribones que, tras ser encumbrados por las urnas, recibieron una
sanción ejemplar. El mayor problema es no considerar las estupideces que
pregonan. Porque, al margen de la persona, hay ideas que deben ponderarse
cuando se nos convoca para el sufragio. Esto demanda que se produzca una
deliberación rigurosa, reflexionando acerca del programa, plan o utopía
planteado por el aspirante a burócrata. Si el ciudadano no rebasa los límites
de las emociones, su decisión jamás será elogiable. Llegado el momento de las
calamidades, no podrá aducir que la buena fe lo guió, pues ésta es insuficiente
para marcar el rumbo a seguir.
Por supuesto, el hombre es una criatura que, fuera o dentro del ámbito
político, no deja de elegir. Se trata de una carga que lo acompañará
permanentemente. Las circunstancias espaciales y temporales cambian; sin
embargo, esa particularidad no pierde vigencia. Es un dictado de nuestra
naturaleza que, aun cuando innumerables personas lo deseen, no será suprimido. Siguiendo
esta línea, ninguna excusa es válida para evitar la obligación de escoger entre
las alternativas que nos depara el mundo. Subrayo que nos encontramos solos
frente a diversas opciones, las cuales seguirán propagándose mientras
crezcamos. Así, la necesidad de optar por alguna se nota en todos los campos de
la vida. Por lo tanto, sin cesar, estamos forzados a determinar cómo
continuamos desenvolviéndonos. Nadie puede aliviarnos esa presión. Además, es
necesario mantener la creencia de que nada nos priva del derecho a ser
soberanos. Siendo coherentes, esto debe fijar la orden de culparnos a nosotros
mismos por las idioteces que contribuyamos a ocasionar.
No basta con escoger un camino; entretanto haya madurez, existe la
obligación de transitarlo resueltamente. Expreso esto porque la elección debe
conllevar una ejecución que no acepte pretextos de ninguna índole. Los individuos
son seres que actúan; en consecuencia, sus decisiones tienen que implicar la
intención de hacer lo posible por efectuarlas. La cobardía se advierte cuando eludimos
el mandato de materializar aquello que nosotros mismos hemos presentado como correcto.
Es factible que, junto con otros individuos, acometamos la concreción de una
idea; empero, esto no anula nuestras responsabilidades en cuanto a su éxito. Nunca
dejará de ser un proyecto que hemos engendrado, por lo cual todas las
repercusiones, sean éstas benéficas o perjudiciales, nos reconocerán como sus
causantes. Tomemos consciencia de que, al decantarnos por alguna opción, nos
comprometemos con su realización. Pudiendo entenderse a un hombre como la suma
de sus decisiones, éstas serán útiles para condenarlo.
Nota pictórica. Hamlet muestra a su madre el fantasma de su
padre es una obra que pertenece a Nikolai
Abraham Abildgaard (1743-1809).
Comentarios