La ilusión democrática de que existe algo como el
gobierno del pueblo ha sido siempre una constante invitación a usurpadores y
nuevos monopolios.
Ralf
Dahrendorf
El
22 de agosto del año 1973, los diputados chilenos aprobaron, en su mayoría, un
documento que señalaba las arbitrariedades perpetradas por Salvador Guillermo Allende Gossens. Esos atropellos
evidenciaban su rechazo a las libertades que, desde hacía bastante tiempo,
habían sido reconocidas para proteger al individuo. Según lo expuesto por los
parlamentarios, se denunció el financiamiento de grupos armados, secuestros,
torturas, confiscaciones e intensos ataques al periodismo. Todo parecía revelar
el deseo de instaurar una dictadura que abrevara del comunismo. Los límites que
colocaba la democracia liberal a su presidencia se vulneraron sin escrúpulos de
ningún tipo. Es pertinente resaltar que, en diversas oportunidades, la Unidad
Popular embistió contra jueces, legisladores y otros representantes de
instituciones republicanas. Aunque hubiese obtenido el poder merced a las
urnas, quedaba claro que no quería cumplir sus normas. La pretensión era eliminar
lo que impidiese una monstruosidad como aquélla engendrada por Castro.
El propósito de los diputados era cuerdo:
exhortar al Gobierno a que sus sinrazones cesaran. Es correcto que se podía
acusarlo ante el Senado; empero, esa instancia no dejaba de consentir masivamente
los abusos presidenciales. Ello hizo que se recurriese al llamado a la
terminación de tales prácticas. Era repudiable que se utilizara el sufragio
para conseguir la gloria política, tras lo cual, con desfachatez, los derechos
fundamentales quedaran suprimidos. El plan hitleriano de ganar los comicios y
entronizar la barbarie fue aplicado sin congoja. Es su concesión a las
formalidades que los países civilizados requieren para permitir la toma del poder.
Ocupado el sitial de mando, las reglas son cambiadas, evitando que se frene la
concreción del anhelo autoritario. De este modo, como pasó en los últimos años,
las ánforas son usadas para construir el camino al totalitarismo.
Es innegable que, desde sus primeros
días en el Gobierno, Allende tuvo la intención de acabar con el sistema
democrático. Su participación en las elecciones fue una mera impostura, un
embuste para barnizar de legalidad el triunfo. Al respecto, conviene subrayar
que su victoria distó mucho de ser contundente, pues obtuvo sólo el 36.2% del
voto en disputa. Por este motivo, para brindarle su apoyo, los democratacristianos
le exigieron que aprobara un estatuto de garantías fundamentales, el cual debía
incorporarse a la Constitución. Una vez consagrado como jefe de Estado, no tuvo
problemas en incumplir los pactos relativos a esa condición. Respetar lo establecido
por las leyes a favor de los ciudadanos era una opción que nunca fue
considerada. Obviamente, acusaciones tan razonables como ésas fueron desechadas
por La Moneda debido a que, en su criterio, pretendían alentar el golpismo. En
lugar de asumir errores y prometer enmiendas, la respuesta era intensificar las
tropelías.
Salvador Allende, agente de la KGB,
antisemita, racista, homófobo, inclinado al nazismo, demócrata fraudulento y
enemigo del espíritu crítico, fue quien causó el ambiente adecuado para ese
derrocamiento que protagonizó Pinochet. El presidente socialista no se dignó en
actuar conforme al marco establecido para regir sus funciones. Alegando la
persecución de un fin que sería noble, aunque ninguna experiencia en el pasado
lo acreditara, consumó variadas ruindades. Así, se privó de otras alternativas
a sus opositores, los cuales habían intentado repetidamente meterlo en cintura.
Su mandato se había convertido en una tiranía que un hombre de bien debía
resistir. Aquéllos que procedieron de acuerdo con esta convicción lo hicieron
en defensa del orden republicano. En síntesis, los que eligieron la
insubordinación ejercieron el derecho a la rebelión, eficaz herramienta para
luchar en contra de los déspotas. Es cierto que, mientras se trabajaba para
corregir sus sandeces, fueron cometidas algunas abominaciones; no obstante,
esto surgió como consecuencia del régimen encabezado por ese sujeto.
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