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El conflicto entre libertad individual e igualitarismo socioeconómico sigue teniendo vida. Aunque algunos contemporizadores dictaminen que ya no hay tal antinomia, continúo advirtiéndola, notando su existencia para resaltar las disimilitudes esenciales. En este sentido, conviene afirmar que tanto izquierdistas como derechistas mantienen una lidia sempiterna, un lance sostenido por valores antagónicos. Frente a esta realidad, mi postura es orgullosamente inequívoca: liberal pertinaz, discípulo del excepcional John Locke, Karl R. Popper, Jean-François Revel, Mario Vargas Llosa, H.C.F. Mansilla y Mariano Grondona, además de otros razonadores, me sitúo a la derecha, desde donde vitupero las sandeces del contrario. Acepto el envío de dicterios, maldiciones, mofas, anatemas, etcétera: ninguna descalificación inquietará este convencimiento. Yo denuncio la inferioridad del zurdismo, sea su versión europea, asiática, latinoamericana o, peor aún, africana, por lo que censúrola sin vacil...
Olviden la ordinariez que infesta nuestra sociedad, los deberes preceptuados por las agendas laborales y el diplomático recurso de no insultar al prójimo... Caerse del tiempo demanda una extravagancia posmoderna: vivir, aunque sea un instante, con total libertad.