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Mi predilección por la filosofía tiene abundantes motivos que se fortalecen desde hace dos lustros y medio. Este goce intelectual me ha permitido el conocimiento de autores, tesis e inquisiciones que obtuvieron la inmortalidad gracias a su lucidez. Encaminado por maestros que desbrozaron esa senda, acogí una serie de postulados (imitados, adulterados, deformados) capaces de facilitar cogitaciones, rebatir alegatos, aceptar hasta los propios desaciertos: ejercer el derecho a pensar libremente. En efecto, nada me parece más atroz que las limitaciones dictadas por los dogmas; además de antinatural, el veto al raciocinio soberano es embrutecedor, multiplicador del problema que tiene este mundo por la plaga de las presidencias izquierdistas. Ello hace que, aun cerca de comenzar una contienda electoral, revise mis máximas, evaluando paralelamente las tareas llevadas a cabo para materializarlas. Desde luego, esta faena quedaría incompleta si no juzgara también a quienes han transit...
Olviden la ordinariez que infesta nuestra sociedad, los deberes preceptuados por las agendas laborales y el diplomático recurso de no insultar al prójimo... Caerse del tiempo demanda una extravagancia posmoderna: vivir, aunque sea un instante, con total libertad.